El obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, mostró el pasado agosto su “alegría” por la sentencia que absolvió al ex director del colegio Salesianos de Cádiz, el cura Francisco Javier López Luna, de las denuncias de abusos sexuales por parte de once alumnos menores de edad. "Esta primera sentencia me ha producido alegría y espero que se haga firme, como es lógico", afirmó entonces. Con esta declaración pública de satisfacción, el prelado rompió su vergonzoso silencio desde que estalló el escándalo porque, según adujo, el caso estaba pendiente de resolución judicial.
Con todo, para decir lo que dijo tras conocer el fallo de la Audiencia Provincial de Cádiz, muchos pensaron que podía haber mantenido su sordina ante un episodio que merecía una respuesta contundente de la máxima autoridad eclesiástica de la provincia. Sin embargo, Monseñor Zornoza saltó como un resorte para expresar su apoyo al docente-sacerdote causando estupor e indignación, no sólo en los padres y madres de los chicos, sino en la sociedad gaditana, conmocionada por la absolución.
La polémica sentencia –que no fue unánime- consideró al ex director autor de vejaciones y daños contra la integridad de los menores y detalló probado que hubo golpes y tocamientos pero sin "ánimo libidinoso de abuso sexual”. Pese a este relato, el tribunal absolvió al acusado en una decisión difícil de entender para los legos en Derecho y para muchos juristas también. De hecho, recurrieron de inmediato la Fiscalía y la Junta de Andalucía. El obispo, a contracorriente, se alegró y expresó su deseo de que el Supremo ratifique la absolución.
Ahora, el Ministerio Público ha interpuesto una nueva denuncia contra el ex director por otro posible caso de abusos sexuales a un menor. Pues bien, el obispo tiene una magnífica ocasión para dejar de amparar a un cura cuyo comportamiento, al margen de lo que dicte finalmente la justicia, se aleja de la integridad, moral y rectitud que se le presupone a un pastor de cualquier religión. Espero que aproveche esta segunda oportunidad para emprender una cruzada contra los execrables casos de pederastia en la Iglesia Católica y no pierda el tiempo cebándose contra Haloween. Que recomiende a los niños que se disfracen de virgencitas o de apóstoles para combatir “el ambiente contrario a la esperanza en la resurrección”, cuando ha protegido a un cura que tocó y golpeó a menores es, por decirlo de la manera más suave que se me ocurre, una broma de mal gusto que debe acabar cuanto antes.
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