En una entrevista publicada ayer por el diario The Guardian, Brown se sincera y no duda en reconocer que la reciente crisis de su Gobierno, en la que parlamentarios laboristas rebeldes intentaron forzar su dimisión, fue el peor momento de su vida política.
Pese a la reticencia a satisfacer los deseos de sus detractores, el líder laborista revela que no le ata el poder: “Para ser honesto –resalta–, podría abandonar todo esto mañana”. “No estoy interesado en lo que acompaña al poder. No me preocuparía si nunca regresara a lugares como Downing Street o Chequers (residencia campestre del Primer Ministro)”, dice Brown, en una entrevista concedida tras la rebelión laborista y el descalabro del Laborismo en las recientes elecciones locales y europeas.
“Eso –insiste– no me preocuparía en absoluto. Y probablemente sería bueno para mis hijos”. En caso de marcharse de su residencia oficial del 10 de Downing Street, el líder laborista deja entrever que podría dedicarse a la enseñanza, actividad que describe como una “gran profesión”.
Además, Brown reconoce que tiene dificultades a la hora de proyectar su imagen y expresar sus mensajes en público: “No soy tan buen presentador de información o comunicador como me gustaría”. Con todo, el premier británico cree que el Partido Laborista aún puede ganar las próximas elecciones generales, previstas para junio de 2010 como muy tarde, bajo su liderazgo.
El primer ministro basa esa convicción en su esperanza de que, en los próximos meses, empezarán a dar frutos las medidas adoptadas para afrontar la recesión económica y la crisis del sonado escándalo del abuso del gasto parlamentario. Sin embargo, todos los sondeos de intención de voto vaticinan, de momento, que el próximo inquilino del 10 de Downing Street podría ser el líder del opositor Partido Conservador, David Cameron.
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