La tribuna de El Puerto

Juego de excelencias: la del alumno frente a la del sistema educativo

Por encima de las críticas, de lo que estoy convencido es que si no se incentiva el aprendizaje en los alumnos, motivándolos

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Cuando estudiaba, si un profesor hablaba de aprobado general siempre había quien lo consideraba injusto, y ciertamente, además de poco profesional, el aprobado general es injusto para el alumno que trabaja para aprender y obtener buenas notas.

Tampoco parece justo aprobar directamente al alumno que no alcanza los objetivos a pesar de trabajar, aunque en los estudios obligatorios puede facilitársele, motivándole y estableciendo “objetivos mínimos” (no hablo de adaptaciones). Desde luego, en los estudios superiores esta medida es totalmente injusta, pues acreditaría por igual a profesionales con titulaciones obtenidas bajo baremos dispares.

En los últimos años muchos alumnos a los que se les facilitó superar los estudios obligatorios pudieron acceder directamente al Bachillerato, arriesgándose a fracasar por falta de preparación o capacidad. Por desgracia, aunque el sistema educativo español da las mismas oportunidades a todos, no ha logrado evitar el elevado índice de abandono escolar y que el promedio de resultados obtenidos por los alumnos sea bastante pobre.

Apelando a la urgente necesidad de paliar el costo social y económico que esto ocasiona, el gobierno ha puesto en marcha casi unilateralmente una ley que promueve un nuevo modelo educativo, cuyo desarrollo curricular se basa en gran medida en la excelencia académica que demuestre el alumno.

Una de las medidas del nuevo modelo que más descontento ha generado entre profesores, alumnos y padres, son las pruebas de reválida de carácter externo a los centros, que los alumnos deberán superar para acceder a los estudios superiores, arriesgando en ellas los resultados obtenidos en años de continuada evaluación.

Para mí la cuestión está en si con este tipo de medidas solucionaremos nuestros problemas educativos, no lo tengo claro, pero desde luego muchos menos alumnos llegarán a los estudios superiores, especialmente a la Universidad, y correremos un cierto riesgo de ampliar la masa de mano de obra sin especializar. Pretender que a los estudios superiores accedan buenos estudiantes es loable.

Su excelencia académica los define, y viene dada por las calificaciones obtenidas al evaluar su preparación de una forma continuada. Pero la excelencia académica de un alumno no puede ser el único aspecto que indique su capacitación para continuar estudiando si su grado de aprendizaje ha sido evaluado solo con exámenes, y menos aún con pruebas aisladas, ya que en estas influyen demasiados factores ajenos al alumno, y sus notas pueden estar distribuidas en curvas de calificación. 

Por encima de las críticas, de lo que estoy convencido es que si no se incentiva el aprendizaje en los alumnos, motivándolos, las propuestas del nuevo modelo educativo terminarán por ocasionar problemas iguales o semejantes a los derivados del anterior.

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