Andalucía

Aquella espina clavada de los tres noes...

El PSOE-A no perdona aún a PP ni a Podemos los 81 días de bloqueo previos a la investidura de Díaz y extrapola lo ocurrido a la negociación de Rajoy en Madrid

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  • Díaz, el viernes en Tenerife -
  • Díaz anima el no a Rajoy, pero llegó a pedirle que el PP se abstuviera en su investidura

Hay un argumento recurrente que el PSOE andaluz rescata desde que la gobernabilidad de España quedó atrapada en el laberinto de los pactos y la doble cita electoral: Mariano Rajoy, proclamado vencedor en ambas ocasiones, está obligado a remangarse, a meter los pies en el lodo y a mancharse hasta las rodillas en la búsqueda de acuerdos si de verdad quiere conservar la trinchera de la Moncloa. Debe, como han animado los socialistas desde el 20D agotando metáforas, “currárselo”, “dejar la hamaca” y “mover el culo porque debería ya quemarle” tras seis meses esquivando su obligación. Y de un tiempo a esta parte el socialismo andaluz completa el discurso con un revelador “como tuvimos que hacer nosotros...”.

Aunque las piezas difieren y el campo de batalla es nacional, el puzzle de la ingobernabilidad de España devuelve al PSOE-A a su pesadilla más reciente: la investidura de Susana Díaz en aquella tormentosa primavera de 2015. La presidenta tuvo que digerir hasta tres negativas del Parlamento andaluz y sólo pudo ser nombrada al cuarto intento, tras un acuerdo in extremis con Ciudadanos y después de asumir que quizás hubiera que convocar nuevas elecciones (¿les suena de algo?).

Aquel calvario de 81 largos días de Gobierno en funciones  (un juego de niños con lo que ocurre ahora en Madrid) ha quedado remachado en el cuaderno de bitácora político de Díaz, hasta el punto de reprochárselo a PP y Podemos en la Cámara cada 15 días durante la sesión de control al Gobierno. Da igual lo que se discuta, porque aquel bloqueo sale siempre a relucir en su discurso cuando asoman los reproches.

De aquella negociación mil veces encallada extrajo la presidenta un dilatado argumentario de futuro. Tuvo que asumir que los nuevos partidos habían llegado para quedarse (de hecho la de C’s en Andalucía fue la primera experiencia de apoyo a un gobierno regional de los de Rivera) y añadió ladrillos al muro que le aísla del PP y de Podemos, justo el mismo que luego le impondría a Pedro Sánchez en su negociación para intentar moldear un Gobierno nacional. Esa negativa de ambos partidos a apoyarle le sirvió para diseñar también la teoría de la nueva pinza entre populismo y derecha, aunque las actas de las votaciones del Parlamento andaluz se esfuercen en desmontar ese supuesto contubernio en contra del PSOE.

El mal trago en Andalucía acabó con el respaldo de C’s, que viró del no inicial al sí gracias a un acuerdo de 72 puntos del que sólo se suele recordar el que, precisamente, no se puso por escrito: en caso de ser imputado por el Supremo Manuel Chaves debía ser forzado a dejar su escaño. Ocurrió, pero el adiós al final fue voluntario... “Mi palabra, mi patrimonio”, esculpió para la posteridad Díaz.

Sí, no, lo contrario...

Esa negociación empantanada durante 81 días sale a relucir ahora con todas sus contradicciones. El PSOE defiende a ultranza que asumió entonces el reto de formar Gobierno como formación más votada, en las antípodas del papel que jugó Rajoy tras el 20D con su doble espantada ante el Rey. Cierto, pero a partir de ahí cada cual narra la fiesta tal como le fue. Los socialistas andaluces, por ejemplo, reprochan desde hace un año a Moreno Bonilla que fuera cómplice del bloqueo de casi tres meses a Díaz. Toda una paradoja, porque es el mismo papel que juega ahora el PSOE nacional con su no rotundo, salvo que vire al final hacia la abstención. Al PP le ocurre algo parecido: se queja de que no se deje gobernar a la lista más votada pero tras las autonómicas no se aplicó la receta en Andalucía.

Susana también olvida que tras el 20D lideró la revuelta que acabó encorsetando a Pedro Sánchez con el no al PP y a Podemos, la sentencia de muerte para el Gobierno del cambio, pero ella sí dialogó con ambos con mayor o menor expectativas de éxito. Con Podemos sabía que el matrimonio derivaría en divorcio antes de empezar, pero con el PP intentó una abstención que Moreno condicionó a que el PP gobernase en ayuntamientos donde había vencido. Díaz incluso pidió la mediación de Rajoy, algo que llegó a irritar a Ferraz. Pero quién recuerda ya aquello...

Cuando Podemos pudo ser aliado...

De la negociación del PSOE con Podemos quedó la imagen final: Teresa Rodríguez clamando, tras difundirse el acuerdo con C’s, que Díaz le había dado “un portazo”. En público todos lo niegan, pero en privado hay quien sostiene que hubo un punto en el que el pacto estuvo cercano y que la cuerda se tensó por tacticismo  (asomaban los pactos locales y el 20D, lejano, condicionaba todo) y por la exigencia de Podemos de romper con los bancos que desahuciaran.

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