Tiene 39 años, es ama de casa y esta jerezana ha sido la única de los 15 concursantes de Masterchef 4 que no ha colgado el delantal. Virginia Naranjo, la ganadora de la última edición, ya está en Jerez con su hermana Raquel, que se quedó a las puertas de la final. Son las gemelas más famosas del momento. Recién llegadas de Madrid, no dejan de hacerse fotos con sus paisanos, que les felicitan por su paso por el programa mientras ellas derrochan naturalidad y no dejan de sonreír. Con ellas hemos desayunado en pleno centro para que nos cuenten lo que se cuece fuera y dentro de los fogones del talent culinario.
¿Cómo ha sido la llegada a Jerez ahora que todo el mundo sabe que eres la ganadora de Masterchef 2016?
—(V)Mira, incluso sin saber que era la ganadora de Masterchef, nos han tratado con muchísimo cariño. La verdad es que todo eran buenas palabras, de ánimo, diciéndonos que lo estábamos haciendo muy bien. Como ganadora, acabo de salir de casa, con lo cual tampoco te puedo decir, pero en el camino si no me han dicho 100 personas enhorabuena y me han pedido fotos, no me lo ha dicho nadie. Estoy muy contenta por la acogida.
¿Qué tal se lleva la fama y que todo el mundo te reconozca por la calle?
—(V)La noche del cine Capitol fue un baño de cariño de la gente, todo el mundo quería hacerse foto con las gemelas. La gente en la calle reacciona muy bien, estamos recibiendo mucho cariño y nos quedamos con eso, con el cariño del cara a cara.
En Twitter y Facebook el trato cambiaba bastante, ¿a qué creéis que se debía que tuviérais tantos detractores?
—(V)Las redes sociales son armas de doble filo. Hay gente que se esconde detrás de un perfil, es totalmente anónimo y dice de todo, pero no piensan que detrás de cada persona hay una familia.
—(R)Lo que se ve en el programa son dos horas y media que en la tele cogen, quitan y montan para que haya interés; si somos 15 personas con la cabeza agachada cocinando... ¡qué programa tan aburrido!. Ellos tienen que dar un poco de show, es lo normal, pero Masterchef 4 el que más audiencia ha tenido; tampoco lo habremos hecho tan mal.
¿Con qué momento te quedas de estos tres meses de programa?
—(V)Con la valoración de los tres grandes de la cocina: Martín Berasategui, Pedro Subijana y Juan Mari Arzak en la final. La verdad es que nada más que ellos probaran tu comida eso ya es un premio y un orgullo, porque no había otra posibilidad; a mi casa no van a venir a comer, aunque yo sí pueda ir a la suya.
¿Y el peor momento?
—(V) Fue la salida de mi hermana. Me dejó en la semana más dura y de más presión: la de la final. Tampoco podía hablar con ella y consultarle dudas. Estábamos siempre juntas, éramos uña y carne y me vi sola, porque, sí, estaban mis compañeros, pero ella era mi confidente, mi bastón...ese fin de semana fue muy duro.
¿Habíais seguido las anteriores ediciones de Masterchef?
—(V)Sí, de siempre. Yo siempre lo decía en mi casa, el día de Masterchef era cenita rápida y a las 10.15 había que estar sentada en el sofá, que había que ver el programa.
¿Y no pensabas que algún día podríais estar allí cocinando?
—(V)¡Nooooo!¡Qué va!
Fue tu hija la que te apuntó al casting por su cuenta. ¿Cómo tiraste también de tu hermana?
—(V) Lo primero que le dije a mi hija fue, ¿tú que has hecho?Pero es verdad que cuando te inscribes, te mandan un email para que envíes una serie de cosas, y te hace ilusión, y ya te preguntas, bueno, voy a probar. Cuando ya me enteré, le dije a mi hermana que se apuntara también y así nos íbamos a hacer el casting a Sevilla y veíamos cómo era la tele por dentro.
—(R) Nosotros nunca nos habíamos presentado a ningún casting ni nada. Así que dijimos, vamos a ir.
—(V) Íbamos al casting más tipo escapada, pensando que nos iban a echar a la primera y nos íbamos a quedar de tapitas y de compras por Sevilla pasando el día allí las dos solas.
Y ahora todo el mundo quiere ir a comer a vuestras casas.
—(R) ¡Siiii! Queremos hacer aquí un showcooking, como está haciendo Daniel (del comando sur) en Sevilla, porque hay mucha gente que quiere probar su comida. A ver si hablamos con algún restaurante y se ofrecen para hacerlo aquí en Jerez y que la gente pueda venir a probar nuestros platos y nuestros sabores. A lo mejor haríamos un menú degustación adaptado al de la final.
¿Cuándo os entró el gusanillo por la cocina?
—(V) Yo creo que desde pequeña. Ese gusanillo lo tienen las personas a las que les gusta comer. Cuando me dicen cuál es mi hobby siempre digo que comer, ir de bares y de restaurantes. Siempre hemos sido cocinillas.
—(R) También empezó por necesidad, porque mis padres trabajaban y nos quedábamos con mi abuela. Ella estaba enferma y se quedaba en el salón sentada porque no se podía poner de pie; nosotras éramos pequeñas, teníamos 11 años, y nos íbamos a la cocina y ella desde el salón nos iba retransmitiendo qué es lo que teníamos que hacer para hacer la comida. A lo mejor nos decía, hoy vamos a hacer papas con chocos. Vale abuela, ¿qué tenemos que hacer? pues partid cebolla, y así lo íbamos haciendo. Ahí empezó el gusanillo. Después, conforme te vas haciendo mayor, te va gustando más, luego te casas y haces la comida en casa. También nos gusta probar cosas nuevas y no poner todas las semanas lentejas, por ejemplo. Si te gusta la cocina, te gusta hacer cositas nuevas, o si vas a un restaurante y me gusta un plato se lo comento a Virginia o ella me lo cuenta a mí para hacerlo en casa y ver cómo nos sale.
¿De qué plato te sientes más orgullosa?
—(V) De los de la final, porque es el momento en el que te dan a escoger tu menú y puedes decir los ingredientes que necesitas. Hasta entonces tenías que hacer los platos con lo que había en el súper. Además, reflejan mucho de mí y me quedó con los tres: desde el entrante hasta el postre. Era un menú muy pensado y equilibrado en sabores. Yo cogí la materia prima que todo el mundo puede tener en su nevera. Mi compañero escogió langosta, pero como era para amateur, quería que la gente pudiera hacer estos platos en su casa y probar los sabores. Comprar un kilo de anchoas a lo mejor cuesta 6 o 7 euros, es una cosa asequible. Quería que la gente viera que en su casa pueden hacer platos estupendos sin tener que gastarse un dineral.
¿Quién te ha impresionado más en las distancias cortas de los chef que habéis conocido?
—(V) Todos tiene carisma, son muy humildes, y quieren compartir lo que saben. Les gusta enseñar, y decían que teníamos mucho mérito por lo que hacíamos. Son todos muy buenos pero Joan Roca y Jordi Cruz son unos cracks, cercanos y buenos maestros.
¿Habrá recetas de la tierra en tu libro que presentas este jueves en Madrid?
—(V) Rara es la que no tiene vino oloroso, Fino, Pedro Ximénez y cosas de aquí.
En octubre te separas de tu hermana para formarte en la Basque Culinary Center
—(V) Ella no se deja; le he dicho que me acompañe.
¿Y después qué?
—(V)Después a formarnos mucho y nos gustaría montar algo en Jerez. Vamos con Jerez a muerte. A ver cómo responde la ciudad.
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