La selectividad quiebra ya los nervios de los miles de estudiantes de la provincia que en la próxima semana tendrán que enfrentarse a estas pruebas para acceder a titulaciones universitarias. Todo el esfuerzo de un año deberá reflejarse en los tres días que duren las pruebas. Y cada materia deberá defender en un máximo de una hora y media. Pero las cosas cambian en la Prueba de Aceeso a la Universidad (PAU) cuando el que se enfrenta a los exámenes es un alumno con dislexia.”Cada alumno con dislexia es un mundo, porque no todos tienen los mismos problemas”, explica Lucía Alcántara, la presidenta de la Asociación Dislexia de Cádiz, Adica, pionera de su tipo en la provincia.
A las limitaciones de tiempo de los exámenes, a los nervios ya la presión por obtener la nota suficiente para acceder a la carrera deseada, se suma, en el caso de los disléxicos, dificultades de lectura y de comprensión lectora quepodrían empañar todo el esfuerzo de un año si no fuera porque estos alumnos tienen a su disposición medidas pedagógicas para adaptar los exámenes a sus dificultades.
Alcántara explica lo deseable es que “el alumno vaya con informes pedagógicos y de los orientadores del centro en el que se identifique con claridad cuáles son sus dificultades de aprendizaje”, explica Alcántara. Esos informes sirven para que el alumno y sus familias puedan remitir a la Delegación provincial de Educación la solicitud para adpatar la prueba de selectividad, unas “adpataciones personalizadas para cada alumno”. Alcántara insiste en la importancia de que las familias se aseguren de que en los exámenes se han hecho todas las adaptaciones que solicita el alumno, porque un fallo puede suponer un obstáculo difícil de superar.
“Muchos alumnos tienen dificultades para comprender e interpretar una pregunta, así que ellos imaginan la interpretación de la pregunta, y eso les lleva a responder en el examen lo que no se les pregunta”, señala Alcántara. Por eso es vital que tanto los tutores como los miembros del tribunal pregunten a los alumnos para asegurarse de que han comprendido el sentido de la pregunta. El formato de la prueba también se adapta: en folio A3, de tamaño más grande al del resto de sus compañeros, y con un cuerpo de letra y un interlineado mayor para evitar las dificultades de lectura. Todos estos alumnos “suelen tener una velocidad lectora menor”. Para que puedan competir en pie de igualdad con sus compañeros, al estudiante con dislexia se le amplía el plazo de la prueba en media hora más: disponen así de dos hora para cada examen. A otros no se les tiene en cuenta las faltas ortográficas porque “por más que las conozcan y las entiendan, no las usan correctamente por la dislexia”. “Estos estudiantes no tienen problemas de inteligencia, sino de acceso a los contenidos”, asegura la presidenta de Adica. Por eso, las adaptaciones no son para aventajarlos, sino para que puedan competir en igualdad salvando las dificultades de la dislexia.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es