Por si lo había olvidado, este viernes, de madrugada, arranca la campaña electoral. Otra. La segunda en seis meses, con idéntico objetivo; todo un hito en la historia democrática de este país. De nuevo carteles, banderolas y mítines, aunque menos por las restricciones presupuestarias, a la caza y captura de su voto. En apariencia la foto fija parece idéntica en Andalucía a la ya carcomida del 20D: una disputa voraz entre las grandes formaciones por los 61 diputados que vuelve a otorgar la comunidad autónoma con más peso en el Congreso, pero en estos seis meses transcurridos por obra y gracia de la incapacidad de unos y otros para formar Gobierno han germinado nuevos ingredientes que quizás alteren el desenlace de aquella cita frustrada de diciembre. Es una especie de remake retocado, de historia ya vivida pero con trama alterada.
De entrada, al PSOE se le han ensanchado los frentes. La federación territorial que más remó en España para que Pedro Sánchez aglutinase sus insuficientes 90 escaños logró imponerse entonces por un pírrico diputado al PP (22 sobre 21), pero lució como un triunfo que Podemos arañara en Andalucía un porcentaje de votos mucho menor de la media nacional que le aupó a la condición de tercera fuerza política. Traducido: el PSOE sacó músculo en la región porque resistió con más fuerza el avance del ala izquierda. Pero ahora la confluencia electoral con IU parece haber removido el tablero de juego.
El socialismo andaluz no teme en realidad por el famoso sorpasso al sur, todo lo contrario del pánico a nivel nacional, donde sí se vislumbran nubarrones por la pérdida de la bandera de la izquierda. En Andalucía la dirección regional confía en que su potente maquinaria electoral y sobre todo en el voto arraigado en el entorno rural les permita resistir el asedio de Unidos Podemos. Es más, si Pedro Sánchez no resiste la envestida pero Díaz logra salir de nuevo triunfadora, quizás pueda lucir la última medalla que le queda por colgarse en su peregrinaje hacia Ferraz.
El problema para el PSOE es otro: aunque quede por delante de Unidos Podemos, el millón de votos que en conjunto aspira a volver a reunir en la región la alianza auspiciada por Iglesias y Garzón (los mismos que logró en diciembre por separado y que necesita en Andalucía, territorio clave para su intento de sorpasso) podría arañarles dos o tres diputados en circunscripciones donde el último escaño se otorgó a cara de perro el 20D. Jaén y sobre todo Granada, pero incluso Córdoba, Málaga y Sevilla, pueden dar un susto a los socialistas. Cádiz parece tierra firme. El efecto, temen en San Vicente, sería perverso: el riesgo no es tanto ceder ante el avance del ala izquierda sino que esa pérdida de escaños por las maldades con las que la Ley D’Hont reparte los últimos miles de votos les descabalgue en favor del PP. Perder ante ellos por culpa de Podemos sería la pirueta más amarga.
Frenar el cinco de cinco
A los de Juanma Moreno puede incluso que esa batalla que libra la izquierda les sirva en bandeja el triunfo más inesperado. El 20D ya fue benévolo con ellos: aunque hubo descalabro (muy previsible, porque los 33 escaños de 2011 fueron un listón histórico imposible de igualar) la derrota fue asumible porque el hegemónico PSOE tan sólo les superó en un escaño. Invertir la tendencia se considera factible. Moreno sabe de sobra que necesita ya una victoria tras las cuatro que luce el socialismo andaluz con Díaz al frente (europeas, locales, autonómicas y 20D). Hincar de nuevo la rodilla será complicado de justificar.
Y de postre, los tribunales. En público el PSOE expone que el varapalo de las imputaciones de Chaves y Griñán ya estaba amortizado. En privado el auto del juez Martín le ha descolocado y asume que la palabra corrupción le retumbará en los tímpanos durante estas dos semanas
Todos barren para casa el voto indeciso
El PSOE combate con dureza desde hace meses el ascenso de Podemos, incluso antes de que fraguara su alianza con IU. En paralelo lanza también un argumento que es mezcla de augurio demoscópico y de clavo ardiendo al que aferrarse: cree que el 20% de electores que vuelve a reconocer que no decidirá hasta última hora su voto seguro se apartará de los de Pablo Iglesias porque “han descubierto ya quiénes son”. Podemos, por contra, confía en que esa decisiva porción del censo le apoye y castigue el frustrado pacto PSOE-C’s.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es