Eutopía

Oda al Trabajo Social

Aunque la sometan al bamboleo de los recortes, se impondrá a sí misma, el recalcular nuevamente la ruta para dirigirse a la conservación de la dignidad humana

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Cuando se descubre el verdadero sentido del  Trabajo Social, deja de ser una simple credencial, para ser un paradigma que nos acompaña y guía en una trayectoria existencial y profesional que combate la tendencia de la domesticación al sistema. Una práctica que es experta en exigencias y replanteamientos, que sabe de lunas llenas pero también de menguantes. El Trabajo Social, interpela, porque conoce los sabores del “todo” pero igualmente la esterilidad de quedarse a medio camino estudiando la gota sin tener en cuenta la profundidad y extensión del río. Cuidado. Si te dejas imbuir por sus valores, es el caballo de Troya, de la inequidad social y de la desigualdad de oportunidades. No toma partido, por aquellas directrices políticas, que desvisten a quienes ya de por sí, han olvidado el tacto y el roce de la ropa. No apuesta por la competitividad desleal que se pasea impunemente por nuestras instituciones laborales y que van oxidando la fortaleza de la “otredad”. No acompaña por palmas, ni se entrega a las mieles, tan opíparas como aparentes, del status y el poder. Aunque la sometan al bamboleo de los recortes, se impondrá  a sí misma, el recalcular nuevamente la ruta para dirigirse a la conservación de la dignidad humana. Sus manos, siempre estarán curtidas, para enhebrar los hilos del compromiso con la coherencia. No se permite menudear con los prejuicios ni con los estereotipos. Tampoco asiste a los encuentros privados en los mentideros, donde las/os demás sobran, si no saltan al son y ritmo de la comba de una minoritaria bien despachada de privilegios. No coloniza, porque no invade ni desacredita, conoce bien el significado de la universalidad. Las raíces a las que se aferra el Trabajo Social, son materia prima. Su ideario, es sencillamente imprescindible para un mundo que se empeña en la autodestrucción y que lesiona los derechos y las libertades básicas de las mayorías. Es un “modus vivendi” que hace que lleves la cuenta escrupulosamente de los “debes” y de los “haber” como ser humano, en todas las dimensiones…Es el espejo de ese maldito cuento, donde quieras o no, te susurrará en el silencio, las grandes verdades...: “te arriesgaste por lo justo”; “te vendiste por temor”; “hablaste y denunciaste porque no tenían voz”; “callaste por no perder tu zona de confort”; “no empatizaste y se agravó el sufrimiento ajeno”; o “Escuchaste. Sentiste  y actuaste para recortar los tentáculos del dolor de otras personas”…El Trabajo Social, si lo haces “verbo”, cada día te va a reclamar. Te empujará. Hará que te reconcilies con el perder y el ganar…No es lo mismo, tener su título, que hacerla vida, que hacerla palabra y acto. Si exclusivamente tienes el título, podrás trabajar de ella, investigar de ella, hablar en nombre de ella…pero tarde o temprano como la parábola cristiana, te pedirá cuenta por la infecundidad de los “talentos”. En cambio, si la tienes como referente o tienes cerca a alguna incondicional, entonces, caerás y te levantarás. Podrás descubrir la oscuridad del día y la claridad de la noche. Padecerás el desencanto de lo que “es”  pero la utopía revitalizante de lo que “debiera ser”. Si quienes nos entrecruzamos en el Trabajo Social, apostáramos al unísono y permanentemente por su esencia, seríamos un “semillero” de  bienaventuranzas.

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