Nadie siente ahora más felicidad que un sevillista. La misma que siento yo. Una felicidad mezclada con orgullo, aderezada con gozo y salpimentada con las precisas gotas de magia y pundonor.
El Sevilla FC ha hecho este miércoles historia. Consiguió su quinta Europa League –la tercera consecutiva- y se corona una década después de alcanzar su primera Copa de la UEFA, en la primavera de 2006, en Eindhoven, como un equipo glorioso. Y honrado. Porque en su fe está su ejemplo, en su himno está su mística y en su escudo está su dicha.
Antonio Puerta se nos fue en agosto de 2007. Aquel verano, a todos los sevillistas se nos rompió el corazón. Un año antes, el 27 de abril de 2006, un inolvidable zurdazo frente al Schalke 04, nos llevó a nuestra primera y citada final de la UEFA. Sin él, pero con su memoria, con su modelo y con su verdad, el Sevilla FC sigue agrandando su leyenda.
Sin soberbia ni suficiencia, con rigor y con respeto, afrontará tres nuevas finales en los próximos tres meses. La de la Copa del Rey, que jugará el domingo contra el Barcelona en el Vicente Calderón, será a buen seguro, más digna y menos vergonzante que la del pasado año. Porque el Sevilla FC llevará en su camiseta -una vez más- la bandera de España, la de nuestro país, la de todos, y sus aficionados permitirán que los acordes de nuestro himno suenen y resuenen en el estadio, sin desoladores pitos ni lamentables silbidos.
Que siga latiendo, que siga creciendo la épica y el ejemplo de este Sevilla FC, que tiene en nuestro querido Arcos, una Peña llena de mujeres y hombres de bien, de niñas y niños de alma grande, y, que presidida por Antonio Cantos, es un dechado de pasión, de cariño y de solidaridad,
¡Vamos, mi Sevilla, Vamos, Campeón!
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