Arcos

Héroes de cartulina

“La acepción de la palabra héroe ha venido ajustándose según los tiempos y culturas a multitud de acciones cuya repercusión mediática era de interés, sobre todo para quienes los anunciaban como tales”

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  • Ilustración de Jorkareli. -

A modo de reflexión se nos antoja recordar muy al paso, el título de un artículo de declarado sesgo y tintes más que amarillentos de uno de los ´vertidos´ digitales de más tirada en nuestro país.
Pareciera estar de moda escribir mucho sobre cualquier cosa que pudiera interesar al sistema – según vertiente ideológica o sufragista económico - , dando crédito y voz a  aquellos renglones torcidos, no de Dios, sino del hombre.
El título que nos llamó la atención y al que deseamos hacer referencia es, “Necesitamos a los superhéroes”.
“Ésta es la opinión de los internautas, no de eldiario.x.com”, rezaba el primer punto de "normas de uso" en su publicación digital a la hora de hacer un comentario sobre dicho artículo.
En defecto de llevar a cabo el uso de esas ´normas de uso´, hemos querido traer a esta modesta tribuna la sorpresa que produce ver cómo un diario de tirada nacional ocupa una extensión tan amplia de su economía virtual para insertar un título y un contenido que rememora, una vez más, el despilfarro y el oportunismo de un sistema informativo basado en la autocracia del capital en la que nos hallamos insertados.
Registrar lo que sucede como continuación de todos los males que nos aquejan y venir a intentar demostrar la necesidad de referentes heroicos del humano, tal y como hacía el artículo de referencia, no es excusa ni justifica el rédito propagandístico de un titular escogido por su efecto visual y de masas, al igual que lo hicieran los antiguos romanos con su cruento circo regado de pan, testimoniado visualmente por Ridley Scott en aquella pretenciosa cinta ‘Gladiator’.
La acepción de la palabra héroe ha venido ajustándose según los tiempos y culturas a multitud de acciones cuya repercusión mediática era de interés, sobre todo para quienes los anunciaban como tales.
Así, un gladiador, un bombero o un capitán de la marina mercante, según el caso, han ocupado el altar de los ritos en las proclamas dirigidas por quienes han tenido el poder de realizarlas, lejos de aquellas que, por espontáneas, emanan del asombro general ante virtudes inherentes a una acción extraordinaria.
Hemos de aludir a la falta de perspicacia para consolarnos, al ver cómo consumimos cualidades heroicas frente a la propia inacción e incapacidad de sentirnos parte esencial de la heroicidad que conlleva la realidad, más cercana que aquellas alturas de quienes, inventados, les dejamos hacer por nosotros.
Es grande la industria y amplio el concurso de dibujantes, ilustradores, cinematógrafos, sobresalientes en su profesión, que asisten a un gasto más que  pronunciado y pingües beneficios para unos pocos,  produciendo el consumo de historias destinadas a crear en la conciencia colectiva la necesidad de héroes cuya realidad, medios y fórmulas de comportamiento, suelen venir adscritas a una dosis de violencia, en diametral contradicción con la honrosa virtud. Cualidad inherente a la acción heroica.
Más bien ha sido el oportunismo de épocas, mercaderes avezados y situaciones sociales muy concretas, el que ha propiciado la excelsa figura del héroe atávico, como pastor de rebaños descarriados, protector de vacuidades y propulsor de grandes dictaduras, cuando no, sensor de desastres.
Hemos considerado necesario hacer alusión a aquella frase de la Cábala Mística – sin apología religiosa – que decía: “Héroe es el que está inmutablemente centrado”.
Estar centrado parecería lo mejor. Sobre todo en momentos en que la incertidumbre de dimes y diretes sobre marionetas de papel, derriba fortalezas y desfigura mitos.
Como maniquíes esbeltos y lúcidamente adecentados, la clase política, los banqueros, economistas y presidentes de las entidades financieras mundiales, pasean su propia debacle ante nuestros ojos, pretendiendo que les dejemos hacer, que les sintamos héroes, o por el contrario que nos divirtamos viendo cómo el poder del dinero crea esos mismos personajes, enunciando soluciones que el tiempo desdibuja con fatuos fuegos de artificio.
En su lugar, el diálogo y la acción de cada uno, como parte integrante del todo, puede tener algo de heroico. Esa clase de heroicidad silenciosa, lejos de focos y reflejos que el tiempo desdibuja y sitúa en su lugar: al otro lado de las rejas.
No concurren dibujantes a la hora de dar solución a la historia actual. Los héroes son de carne y hueso, traspasan alambradas, salen de la mar y huyen de la barbarie. ¿Quién los elevará al altar en este mediático circo de corrupción y héroes de cartulina quemados en sus propios rescoldos?

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