Cuanto más se abre uno a las redes, más se profundiza en el conocimiento de contenidos. Incluso dentro del arte.
Por prudente y a pesar del dolor que produce en ocasiones morderse la lengua, resulta políticamente correcto, aunque mejor enmarcarlo dentro de un ejercicio de respeto.
Pero ciertamente, el respeto igual de merecido o más aún si cabe, habría que proponerlo para aquellas materias para las cuales trabajamos, vivimos y dedicamos sueños, desvelos, alegrías y otras tantas cualidades no siempre reconocidas: Las materias artísticas.
Nadie podrá negar la amplia influencia del mundo del arte en nuestra sociedad de consumo, generosa en contenidos y con un mar de influencias, recomendaciones, círculos mágicos y hasta ampulosas y mediáticas maneras de poder, no exentas de banalidades mundanas.
El crédito de algunas mentes pensantes – que afortunadamente las hay – dan la voz de alarma sobre cuanto sucede, pero no conviene airearlas porque simplemente podrían perjudicar al mercado.
A estas alturas quien se engaña, casi podríamos decir que es porque quiere. Esto dicho así, podría parecer hasta presuntuoso. Pero está dicho dentro de un marco informativo de la actual era de la comunicación y en una sociedad – vamos a decir con todas nuestras reticencias – avanzada.
Nos aventuramos a afirmar que quien se engaña es porque quiere toda vez que existen tantas referencias, muchas de ellas contrapuestas, que rayan por su contenido en el absurdo, pero que al mismo tiempo ofrecen un amplio abanico contextualizado.
Las infinitas, variopintas y novedosas nomenclaturas artísticas a las que nos vemos abocados hoy día, constituyen un marco más de ese deseo de ofertar novedad a lo trillado que una variación de lo sustancial de cada una de las disciplinas que hasta el momento forman las bellas artes -imaginamos que seguirá siendo válido el término – y que tantas y tantas tintas han dado de sí y siguen produciendo en la actualidad.
Por otro lado, dichas nomenclaturas, se esfuerzan en proponer perspectivas novedosas para el espectador y en muchas de las ocasiones gratuitamente provocadoras a través de los mitos que subyacen en el inconsciente colectivo, no por ello más evocadoras, creativas o simplemente sinceras.
Ese respeto del que hablábamos al principio, debe planear primero sobre quienes viven con emoción el arte. Quizá éste sea un término que desconozcan aquellos que están fueran del intento. Y haberlos los hay. Muchos se han sumado y vienen sumándose a la ruleta rusa de la creación, en la que el tiro, si sale bien sales disparado, pero al mismo tiempo puede producir la inmediata muerte de la esencia.
No es cuestión de entretenerse en poner citas o ejemplos con nombre propio respecto a una tesis a la que no estamos acostumbrados, precisamente porque el ánimo de demostrar lo hemos perdido hace tiempo. Es simplemente y una vez más, una llamada de atención hacia esa banalidad comentada que circunda todo cuanto hacemos y más si cabe la modesta, íntima y dudosa actividad del SER artista. Quimera indiscutible por no descifrada de aquello que conserva “alma” en su contenido y nos hace sentir al verlo, al tocarlo, al presenciarlo, al igual que la piel en textura, química, olor y aroma, deja impregnados nuestros sentidos, dándonos fuerzas para un día más en esta absurda realidad que nos empeñamos en mantener.
El arte, lejos de las palabras y modismos, es una actitud vital. Las artes, las diferentes artes podríamos decir que son los medios. Plástica, música, teatro…son modos de expresar, por otro lado afortunados y que su lenguaje, por sí solo, habla. Por lo tanto, las palabras habladas, escritas, son otra cosa. La oratoria tiene su lugar. La prosa o poesía también. Es decir, existe la literatura que en sus diferentes formas constituye de por sí un arte también, pero que a la hora de explicar lo que tiene su propio lenguaje está de más.
Las ventas del último balance económico del arte, con sus 57 mil millones de euros, solo puede hacer pensar en el tremendo e incongruente mercado de una élite afanosa por proteger fondos económicos de difícil justificación. Sin ir más lejos, uno de los principales galeristas de origen oriental y con intervenciones internacionales, ha sido detenido recientemente por sus presuntas prácticas delictivas. ¿Qué relación tienen estas conductas con la materia artística? O mejor, ¿qué relación tienen con el Arte?
Casos como el de Van Gogh y sus Girasoles, y la incongruencia de la miseria en vida y sus astronómicos precios post-mortem deberían hacer pensar. Lo aparente no necesariamente corresponde con la esencia.
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