La enredada madeja que legó como herencia el 20D varía por semanas de tonalidades. Lo que en origen es negro al poco se torna blanco para, más tarde, adoptar todo un catálogo de variantes de grises. Lo sabe bien Pedro Sánchez, que de cadáver político para los suyos tras abrirse las urnas resucitó como forjador de acuerdos, aunque insuficientes aún. Su figura crece y mengua al son de los acontecimientos. Pero si esa trascendente (y a ratos cansina) negociación para asaltar La Moncloa no fuese ya de por sí enrevesada, el capricho del calendario reservaba a los socialistas un regalo envenenado: les toca renovar dirección nacional justo cuando todos los esfuerzos están concentrados en desbloquear la gobernabilidad. Y en ambos frentes, faltaría más, está embarcado el PSOE andaluz con sus también particulares tonos de grises.
El último quebradero de cabeza se llama 39 Congreso Federal. Aunque parezca que fue ayer, ya han transcurrido cuatro años desde que Rubalcaba se impuso en Sevilla a Carme Chacón por un puñado de votos pese al batacazo en las generales ante Rajoy. Luego llegaría su dimisión tras otra catástrofe de votos en las europeas. En el Comité Federal del 30 de enero, tras una encarnizada lucha de intereses, el PSOE decidió que su cónclave se celebre del 20 al 22 de mayo. Previamente, los militantes elegirán al nuevo secretario general en primarias el día 8 del mismo mes.
Aquella fue una batalla en la que el PSOE andaluz se apuntó una victoria de la que, por eso de que lo blanco se torna negro en dos pestañeos, ahora se evita sacar pecho. Es más, nadie reclama ya en Sevilla la paternidad de lo que fue un duro envite a Sánchez. La nueva música que suena en Madrid les ha obligado a cambiar los pasos del baile.
Aunque en público todos se guardan bien de airear sus estrategias, el PSOE andaluz logró en aquel Comité Federal del 30 de enero que el Congreso fuera en mayo y no en junio, como pretendía la dirección del PSOE nacional. Mientras Ferraz insistía en que las cuestiones del partido y la lucha interna no podían interferir en las negociaciones de Sánchez para formar Gobierno, los críticos, con Susana Díaz a la cabeza, lucieron como medalla que triunfara su petición. La renovación del partido sería en mayo porque se daba por hecho que el líder estaba amortizado y así había tiempo para buscar un sustituto que tomara las riendas del partido y, por extensión, de la candidatura en las nuevas elecciones. ¿La presidenta andaluza quizás? Por entonces el runrún estaba de nuevo alimentado.
Ferraz aceptó la derrota y se relamió las heridas ante la dirección andaluza, pero todo ha vuelto a cambiar. Sánchez está, en teoría, aún en disposición de recabar los apoyos (complicado, porque necesita la complicidad de Podemos) para formar Gobierno y ahora las direcciones, la nacional y casi todas las territoriales, están convencidas de que lo ideal sería aplazar el Congreso para que la lucha por el poder en los pasillos de Ferraz no cortocircuite la posibilidad de recuperar el Ejecutivo. De hecho, con el calendario actual, quien aspire a las primarias (entiéndase Susana Díaz, porque Sánchez ya adelantó en diciembre que lo haría) debe anunciarlo antes del 11 de abril y competir por el sillón el 8 de mayo, por lo que la campaña coincidiría con el último tramo de negociaciones del PSOE, que tiene hasta el 2 de mayo para anunciar al Rey que lo ha logrado.
Dulce venganza
El consenso para anular el Congreso, por interés nacional y del partido, parece cerrado. Pero hay un pequeño gran detalle: Ferraz quiere saborear el sabor de la dulce venganza. La dirección nacional del partido ya ha deslizado que la fecha de mayo es firme, pero que podría desbaratarse todo y retrasarse a junio siempre, y subraya el “siempre”, que lo pidan las federaciones territoriales y con Comité Federal exprés que lo avale. Si eso ocurre, el PSOE andaluz, y quienes le secundaron en enero, tendría que verse en la paradoja de solicitar marcha atrás a la que fue su exigencia. Y la consigna, para evitar verse de nuevo señalados, es tajante: nadie en la sede de San Vicente va a abrir la boca. “Si es así, que lo diga Ferraz”, sentencian.
Los afines a Iglesias hacen cálculos
La formación de Gobierno se ha convertido en un juego de estrategia a tantas bandas que cualquier movimiento puede tener efectos imprevisibles. En eso confía por ejemplo Alexandra Fernández, portavoz en el Congreso de En Marea, la coalición gallega incluida en Podemos. Su teoría es que la “lucha interna” en el PSOE y la hipotética candidatura de Díaz para dirigir el partido harían a Pedro Sánchez virar más hacia la izquierda y “reconsiderar” el pacto con Pablo Iglesias.
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