Para el viejo rockero, este doble álbum es “un premio”, entre otras cosas porque muestra que se ha ganado el cariño de sus compañeros a lo largo de una carrera que inició en los sesenta, en plena dictadura franquista, y que, según ha anunciado, llegará a su fin tras una gira de dos años que emprenderá este verano.
“He trabajado para que la gente me quisiera. Los primeros que quería que me quisieran eran mis compañeros”, comentó Miguel Ríos al aparecer ayer por sorpresa en la presentación de este homenaje.
Lo ha hecho no sólo para agradecer “el prodigio de acercamientos” a sus canciones que sus compañeros han realizado “con respeto y atrevimiento”, y con “una calidad increíble”, sino para defender el futuro de un oficio, el suyo, “bellísimo” y que es “un referente de todos los seres humanos”.
Un oficio que “ahora no estaría tan golpeado” y podría defenderse mejor de “la encrucijada terrible” que vive, si los músicos hubieran estado más unidos haciendo “ejercicios de reconocimiento mutuo”.
De haber sido así, ahora los músicos tendrían “una respuesta para que este oficio no perdiera la carga de importancia que tenía como arte en la sociedad”, según ha apuntado el célebre cantante granadino Miguel Ríos, para quien “hay una llama que nunca se apagará que es la creación, una fuerza irrefrenable y un deseo imparable de contar nuestras emociones”, algo que “nos salvará”.
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