Producción estadounidense. 106 minutos de metraje. Escrita y dirigida por Joel y Ethan Coen. Estupenda la fotografía de Roger Deakins y excelente la música de Carter Burwell. Su factura -marca de la casa…- es impecable y el reparto, de lujo, incluye a Josh Brolin -el hilo conductor de la historia-, George Clooney, Ralph Fiennes, Tilda Swinton, Channing Tatum, Jonah Hill o Scarlett Johansson, entre un largo etcétera. Inauguró la pasada Berlinale y es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine, ‘La Palabra y la Imagen’, del miércoles, 2 de marzo.
La historia sigue a un personaje clave de un estudio hollywoodense de los 50, con distintos rodajes en marcha. En uno de ellos, el protagonista es secuestrado. Así que debe hacer frente a este, principalmente. Pero también a los demás conflictos que van surgiendo en las filmaciones citadas y en sus equipos.
Homenaje y sátira, en clave de comedia del cine dentro del cine, a una época presuntamente dorada. En realidad, tan hipócrita, como ferozmente restrictiva, represora y contraria a los derechos más fundamentales. Así es, por cuanto estaban en plena vigencia el código Hays y la caza de brujas de McCarthy. A esta última y a los Diez de Hollywood, guionistas en su mayoría, se le hace un guiño en la película. Guiño que no se puede concretar, para no revelar nada de su argumento.
Hablando de guiños, hay más de uno. A los musicales, con Gene Kelly, al cine épico de Eisenstein, a la sirena Esther Williams, a los géneros… Pero saben muy a poco. Porque, entrando ya en materia crítica, la cinta pretende abarcar demasiado y difumina sus mejores hallazgos. Con el talento y el oficio de estos hermanos, con su conocimiento probado de la fauna del show business, resulta increíble que hayan cometido estos fallos de principiantes.
Porque no hay una coherencia en el relato, ni en el guión -si exceptuamos al personaje ya citado del excelente Josh Brolin- que aporte unidad al conjunto. Que sepa enlazar unas historias con otras y permita desarrollar más ciertos caracteres y sus relaciones mutuas. Ni tampoco todas las líneas argumentales tienen el mismo interés. Esto provoca importantes bajones de ritmo. Aunque nunca el aburrimiento, todo hay que decirlo.
De fogonazos brillantísimos -como en todas las escenas protagonizadas por el irresistible y desternillante cowboy que compone Alden Ehrenreich- a tiempos muertos que se resienten de falta de garra y convicción. Una verdadera pena porque, aún siendo cínica, podría haber sido demoledora. Aún siendo cómica, podría haber sido descacharrante. Aún siendo paródica, podría haber sido vitriólica… Y así podríamos seguir y seguir.
Porque tiene un equipo técnico-artístico y un reparto en estado de gracia para haber culminado una obra mayor. Y no, es una obra menor en la filmografía de estos hermanos singulares. Pero desde luego que no deben perdérsela.
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