Patio de monipodio

La prueba de ADN

Las riñas entre vecinos pueden ganar un aliciente: gozar una pérfida venganza, si uno de ellos tiene perro. Basta sacar la bolsa de la papelera y vaciar el contenido en la calle...

Las riñas entre vecinos pueden ganar un aliciente: gozar una pérfida venganza, si uno de ellos tiene perro. Basta sacar la bolsa de la papelera y vaciar el contenido en la calle. Con suerte si hay vigilancia, si llega el vigilante, si se lleva la “mercancía”, si llega al laboratorio… si hay suerte, el vecino puede ser multado. Venganza limpia con lo sucio. Y sin testigos… si el guarro vengador tiene vista además de mala idea. ¿Alucinante? Alucinante es el pretexto. No hay quien vigile la calle para reprimir a los maleducados que no recogen los excrementos de sus animales. Pero ¿habrá cuadrillas para recogerlas y llevarlas a analizar? Volvamos a la frase anterior. ¿Se crearán cuadrillas? Pues reléase.

Primero se inventó el chip que de pronto, por lo visto, no pasa de negocio para fabricantes y veterinarios. Porque ahora resulta que no sirve, que no cumple la función para la que fue creado. Y hay que implantar otra figura: se pretende sustituirlo por una prueba de ADN a cada perro, lo que permitiría identificar los excrementos para sancionar a los incívicos que las dejan en el suelo. Volvamos al primer párrafo: ¿Quién recogerá las cacas? ¿Quién las llevará al laboratorio para su análisis? Con alguna vigilancia se podría acostumbrar a los propietarios irresponsables a comportarse cívicamente. Y con menos gasto. Claro, que el gasto corresponde a todos los dueños de perros, sean responsables o no. Y ¿el beneficio? Al único laboratorio autorizado a realizar las pruebas de ADN… y a los ayuntamientos. ¿O no? ¿O será el laboratorio, como beneficiario del invento, quien mantenga los equipos de recogida?

Además de perversa, como tantas iniciativas para recaudar, el resultado será contraproducente. El ADN permitirá también identificar a quienes abandonen a sus animales… salvo que los abandonen antes de hacerles la prueba. Las personas que cuidan varios perros, porque tienen la bondad de recoger animales abandonados, lamentarán su buena intención. Mucha gente se retraerá a la hora de comprarlo, o de recogerlo de un refugio. Si alguien pierde un perro sumará la multa al dolor de perderlo. Todo ello podría llenar las calles de perros abandonados. El trabajo, por desgracia, será para el laboratorio municipal. El sacrificio, único resultado del invento.

¿Quién sale ganando? El laboratorio. Y el Ayuntamiento, salvo que invirtiera el ingreso de licencias y multas en los recogedores. Ni los animales, ni la limpieza de las calles. Porque es muy dudoso que los ayuntamientos vayan a empezar a hacer lo que no hacen, para justificar la prueba y porque, con bastante menos coste del que suponen las cuadrillas para recoger excrementos, se podría poner vigilancia suficiente para impedir la irresponsabilidad y acostumbrar a los irresponsables a modificar su actitud. No obstante, se presentarán estadísticas, como con el cinturón de seguridad. Como en el cinturón, olvidan que si el 35% de los lesionados no lo llevaba puesto, significa que el 65% sí lo llevaba, aunque no le haya servido de ayuda sino, en muchas ocasiones, de agravamiento. De igual forma, si las estadísticas no se acompañan de limpieza absoluta en las calles ¿habrá quien pueda creerlas?

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