Llega la hora del incipiente hombre biónico, el inicio del transhumanismo. El ser humano alcanzó la cúspide de la evolución gracias a su astucia para concebir herramientas; ahora esas herramientas trascenderán su biología. No se trata tanto de una mejora ‘per se’ de la especie sino de un ajuste a los nuevos desafíos. Retos cuya urgencia escapa a la parsimoniosa evolución biológica en su análisis de mutaciones interesantes. En la sociedad tecnológica, el entorno se transforma de manera exponencial. Lo que tardó milenios y luego requirió siglos, acontecerá ahora en apenas décadas, años, meses. Esta presión de cambio incesante requerirá un organismo continuamente adaptable, un homínido que no acarrea objetos tecnológicos externos como muletas de apoyo, sino que integra la tecnología en su fisionomía.
El viaje hacia la sociedad de hombres biónicos comienza con puras soluciones médicas. Es tecnología paliativa de lesiones o discapacidades, para luego ir incorporando funcionalidades inéditas, más arriesgadas. El hombre biónico es un concepto demasiado provocador para hacerse realidad abruptamente. La sociedad no está preparada para mutaciones mayores, que le resultan siempre monstruosas. Las propuestas han de responder a necesidades manifiestas e incontestables, haciéndose perdonar su transgresión a la esencia biológica humana.
El cuerpo y la mente biológicos nos han acompañado permitiéndonos un mundo de experiencias prodigiosas. ¡Sean reconocidos para siempre por ello! Pero, igual que un día comprendimos que nuestro planeta no era el centro del universo, descubriremos una renovada existencia mediante organismos dopados tecnológicamente. Las funciones que podremos añadir a nuestro equipo biológico de serie estarán limitadas sólo por la imaginación, la oferta y la demanda. Llegará el día en que los suplementos tecnológicos acaben vendiéndose en comercios de bioelectrónica, quizá en droguerías y grandes almacenes. Unidades bioplug and play.
La oferta de tecnología biónica podrá resultarnos tan agotadora como los catálogos navideños de juguetes. Algunos suplementos biónicos serán tan indispensables que serán incorporados en el momento del parto -o antes incluso-. Interfaces de conexión a la red, extensiones de memoria, estimuladores de áreas cerebrales perezosas -o para la convivencia social-, etc, auténticos menús a la carta. Los dispositivos biónicos podrán recoger permanentemente nuestras ondas cerebrales, amplificarlas, compararlas con la pauta de referencia para el estado de felicidad consensuado y realizar “manipulaciones” interesadas. Una ingeniería inversa para un estado de felicidad inducido.
El hombre biónico es una garantía para el debate en disciplinas como la filosofía, la ética o la teología. Seguir siendo humanos sin serlo del todo planteará un sinfín de interrogantes. ¿Dónde reside la esencia del ser humano? ¿Podrá un individuo considerarse humano con el 50% de su biología remplazada por dispositivos tecnológicos? ¿Con un 80%? ¿Qué nuevos riesgos nos acechan en la sociedad de hombres y mujeres biónicos?
Las nuevas generaciones se servirán generosamente -quizá abusivamente- de la oferta de mejora tecnológica. En poco tiempo, muchos de nuestros bomberos, deportistas, maestros de escuela, etc. habrán conseguido ventajas funcionales respecto a la masa humana biológica, mediante algún tipo de ayuda tecnológica. Es urgente imaginar qué tipo de sociedad se podrá organizar cuando el hombre biónico tome el mando.
Una sociedad donde individuos provistos de elementos tecnológicos bioconectados se pavonearán con insolencia sabiéndose mejor adaptados a los desafíos modernos, mientras el resto permanece anclada a sus unidades biológicas de serie, con lagunas en sus memorias, dificultades de aprendizaje, etc., a la hora de competir por el trabajo, el estatus social o la mera supervivencia. ¿Quién vencerá el desafío? ¡Hagan sus apuestas!
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