El diagnóstico, la consultoría, la auditoría, el escrutinio escrupuloso sobre lo sabido… La mayoría de las veces solo funcionan como placebos para atenuar el impacto de una enfermedad grave. La morfina del paciente terminal. La metadona del yonki reincidente. Aunque últimamente hay ejemplos de auditorías compartidas, lo que de verdad es top en cuanto a técnica de marketing (político, esencialmente) para no tomar decisiones o dilatarlas sine die se viene dando en llamar mesa. Pero no mesa a secas. Las de hay de tantos tipos y tamaños que ahora cuadra el enorme interés de Ikea por instalarse hace unos años en la ronda Oeste. Chistes fáciles aparte, Jerez se ha convertido en la ciudad de las mesas y su Ayuntamiento, en el enorme salón por el que desfilan sus notables integrantes. Algunos, dignos de aplauso por su dedicación desinteresada a la causa general; otros, meramente a la caza de satisfacer sus intereses particulares. A saber cuáles son...
Viene todo esto al caso porque estos días las mesas se vuelven a atropellar una tras otra en el Ayuntamiento, como si fueran la panacea, el remedio mágico que psicológicamente nos alivia ante el hundimiento al comprobar, por fotos en la red o en los papeles, que al menos la orquesta sigue tocando. Uno de los invitados que no asistió a la convocatoria reciente de una de ellas comentaba en privado: “Yo hace tiempo que pasé de ir a esas cosas, todo el mundo vendiendo su película, saludando hipócritamente al de enfrente para al final no llegar a ningún sitio. No pierdo más el tiempo”. El invento viene de lejos pero la eclosión en la ciudad se produjo especialmente en el último mandato. Y aquí sigue con nosotros. Que cambie todo para que nada cambie. Gatopardismo a la jerezana.
La mesa de movilidad, la mesa del turismo, la mesa del caballo, la mesa del aeropuerto, la mesa de la juventud, la mesa de seguridad, la mesa del centro histórico, las Mesas de Asta… Da lo mismo la coletilla. Mesas y más mesas. Fotos y más fotos. Poses y más poses. Todo inútil. Hay diálogo, hay debate, consenso, eso de ‘poner en valor’ y eso de la ‘mano tendida’ que tanto gusta a los políticos… ¿pero dónde están las soluciones, la mejoría? Ya me dirán para qué ha servido tanta mesa y tanta foto para aparentar que se hace algo cuando un simple vistazo por algunos de sus ‘no logros’ las desmontan en el acto. Ya me dirán, por ejemplo, para qué ha servido la mesa de movilidad si los residentes de intramuros se han enterado ‘a posteriori’ que la duplicación de la ORA afecta principalmente a sus calles, las cuales deberían de estar vetadas al coche privado. O ya nos contarán –otro ejemplo- por qué la llamada mesa de la juventud no ha hecho nada en todo este tiempo por buscar alternativas a ese gueto juvenil de alto riesgo en el que se ha convertido el botellódromo. ¿Hablamos de la mesa del turismo? ¿De la del flamenco? Ehem. Sin comentarios.
El paro volvió a dispararse en octubre pero el Consejo Social de la Ciudad no está cuando se le necesita. Si hoy se le encomendara un nuevo diagnóstico –lo que no sería de extrañar- no llegaría a conclusiones muy diferentes a las de hace una década. Puede intuirse qué necesita la ciudad, conocemos sus potencialidades, ¿quién da el paso más allá del pseudosesudo análisis de aquellos a los que llaman ‘expertos’? Mes tras mes asistimos a las reacciones políticas, empresariales y sindicales sobre la lacra de este paro crónico que Jerez tiene calado en sus huesos; y una y otra vez nos abochorna que se recurra a la misma cantinela, con la misma displicencia y resignación. Mientras la ciudad se desangra por sus costados el remedio no son mesas ni más diagnósticos. A menos, eso sí, que la mesa sea la de un quirófano y esté rodeada por cirujanos capaces de aplicar las mejores técnicas para salvar como sea al enfermo. Lo demás son remedios socorridos para dejar pasar el tiempo, que todo vaya a peor, y que la ciudadanía sea la que siga perdiendo elecciones. Ellos lo saben, nosotros lo sabemos: que alguien haga algo. Pero ya. El espejismo no puede sobreponerse a la realidad por mucho más tiempo.
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