Tiene el hombre su pasado. Y no lo digo por la obviedad de que tiene sesenta y cinco años cumplidos, sino porque cuenta con una leyenda de amador sobresaliente, de experto en introducir a muchas turistas en todos los secretos, arquitectónicos y de los otros, de nuestro pueblo y de toda la serranía gaditana. Hasta a Ronda, me explica con un punto de orgullo que yo no voy a reprocharle, ha llegado su fama como entretenedor de turistas mozas, a las que él denomina con el genérico nombre de “guiris”.
Aquí donde lo ven, en la Plaza de El Cabildo, con su chapa de guardacoches en el pecho, convertido ya en un señor mayor, el Juan Cádiz de otros tiempos les cantaba a las turistas un par de fandangos, les recitaba unos versitos y lo demás venía rodado.”Las turistas recomendaban a sus amigas que cuando vinieran a Arcos me buscaran”, me explica Juan, y a mi me da vergüenza preguntarle si la recomendación era como guía turístico o no.
Le explico que es el primer gigoló arcense, al menos el primero censado, y me dice que ya lo ha dejado, y no por falta de ocasiones, sino porque ahora vive con una mujer desde hace nueve años, y respeta ese compromiso. A lo mejor, pienso yo sin atreverme a decírselo, es que con la edad ha perdido algunos de sus reflejos como… guía.
Bueno, Juan, ¿y qué hacías después de los fandangos y los versitos?
—Nada. Yo iba con todos los gastos pagados, de hoteles, de comidas, de todo. A lo mejor me tiraba una semana sin aparecer por mi casa, pero cuando llegaba tenía dinero en el bolsillo. Venía de trabajar.
Me has dicho, con todas las letras, que Jesús Quintero, el popularmente conocido “Loco de la Colina” es un sinvergüenza. ¿Te puedes explicar?
—Sí que lo es. Desde chico yo estaba en la Plaza haciendo de guía para los turistas. Un día vino “El Loco” y habló conmigo, con “El Piojito” y “El Negri”. Nos dijo que fuésemos a Sevilla, a grabar un programa, y que nos daría veinticinco mil pesetas a cada uno. ¿Tú has visto el dinero? Porque yo no lo he visto.
¿Nos os pagó?
—Ni una gorda. Y encima tuvimos que venirnos de Sevilla haciendo auto-stop. Eso sí: nos dieron allí un bocadillo de jamón. Por eso te digo que es un sinvergüenza, por mucha fama que tenga.
Empezaste en la Plaza desde muy niño, me dices…
—Sí. Yo estaba en el Colegio de las Nieves. Mis maestros eran Don Inocencio, Don Jesús, un maestro que vino de fuera, Don Laureano… Allí obtuve un título que he perdido. Creo que era el Certificado de Estudios Primarios. Cerca de la Escuela estaba el comedor de Auxilio Social. Yo no tuve nunca que ir a comer al comedor, gracias a Dios, porque mi padre era corredor y ganaba dinero para no tener que pedir la comida. De la escuela me iba a la Plaza y allí empecé a explicar las cosas del pueblo a los turistas.
¿Y dónde aprendiste lo básico para enseñar como guía?
—Lo aprendí en algunos libros y sobre todo en un libro que me regaló un día don Jesús de las Cuevas, el escritor.
Y sacabas tu dinerito...
—Claro. Además, otra cosa. Ayudaba a Isidoro Jaén, el abuelo del actual Alcalde, a vender las postales. Isidoro me daba para ir al cine o comprarme algo. Yo fui el primer guía, y tanto “El Piojito” como “El Negri” fueron después mis alumnos.
¿Y cuando dejas de ser niño qué?
—Pues nada. Me dedico a llevar turistas por los pueblos, y trabajo también en el campo, pelando remolacha, cogiendo algodón… Después me toca hacer el Servicio Militar, y cuando lo termino me sale un contrato en Francia.
¿Y te fuiste?
—Claro que me fui. Y allí conocí a María Ángeles Ortiz, mi ex mujer. Me casé con ella y tuvimos dos hijas. Yo ya tenía un hijo antes, de una mujer portuguesa. A este hijo lo he visto sólo dos veces. Mis dos hijas han venido alguna vez a Arcos, la última hace un par de años. Una de ellas estuvo también cuando murió mi hermana. La verdad es que no tengo con ellas mucha relación.
¿Y lo de guardacoches oficial desde cuándo?
—Juan Manuel Armario me autorizó y mandó que me hicieran una placa. Esa autorización ha sido renovada por los siguientes Alcaldes, primero Pepa Caro, luego José Luis Núñez y ahora por Isidoro Gambín.
¿Te han dado alguna propina escandalosa?
—Una familia que suele venir todos los años me dio una propina de seiscientos euros. Estuve un montón de días enseñándoles la Sierra.
¿Y cuántas vidas ha salvado en la Plaza?
—-¿Te refieres a los suicidios? He salvado a nueve personas que venían a tirarse por la Peña. A algunos ya al mismo borde.
¿Cómo se nota cuando alguien quiere suicidarse?
—Yo los veo muy nerviosos, al mismo tiempo asustados y decididos. Ahora, la última mujer que se suicidó venía tranquila. Aparcó su coche, puso el ticket con normalidad y cuando me di cuenta ya no pude hacer nada. Fue horrible. Desde entonces no me asomo al balcón.
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