Ante las noticias aparecidas estos días sobre la antigua Jefatura Superior de Policía de la Gavidia se me pide mi opinión, a la que respondo gustosamente, aunque con cierto retraso.
En primer lugar, pienso que hay que separar los temas accesorios, no determinantes y hasta triviales, sobre el particular.
Como punto en contra del edificio, se le acusa infundadamente de provocar la desaparición del Antiguo Cuartel de San Hermenegildo, edificio que se demuele a finales de los años 50, amparado en un proyecto urbano independiente y muy anterior al de la Jefatura de Policía (que se encarga y se redacta en 1961). Asimismo, se ha relatado que en los elementos constructivos se hace uso del fibrocemento, material presente en todos los edificios hasta los años setenta y que no entraña riesgos hacerlo desaparecer.
De hecho, sobre el terreno de la antigua fábrica de fibrocemento de Sevilla (Uralita), situada en Bellavista, se han construido varios cientos de viviendas sin problema alguno para sus habitantes, tras retirar las toneladas de residuos existentes de ese material.
A favor del edificio de la antigua Jefatura se esgrime el interés despertado por investigadores del Movimiento Moderno en Andalucía, el IAPH o la Fundación Docomomo, que la incorpora a su catálogo y que dio lugar a la protección como elemento arquitectónico singular con "Grado de Protección Parcial Tipo C" en el PGOU de Sevilla de 2006, debiendo mantener su volumetría y su estética original, según se indica en la ficha de protección.
Se habla más de la posibilidad que de la conveniencia de derribar el edificio actual, y personalmente pienso que lo importante es debatir con "desapasionamiento", cosa que parece difícil, sobre sus méritos para ser conservado y sobre sus posibilidades de reutilización.
Sobre él se han celebrado algunos simposios y conferencias, a los que he sido invitado, y en los que, de modo unánime creo, se ha considerado como un referente importantísimo dentro de la arquitectura del Movimiento Moderno de la Ciudad, implicando la necesidad de preservarlo y conservarlo.
Por otra parte, desde hace muchos años ninguna autoridad de la ciudad me ha hecho llegar su posible interés para hablar sobre la antigua Jefatura. De forma contraria, cuando mostré mi disposición de colaborar en este cometido, no recibí contestación alguna, cosa que ha ocurrido con muy distintos equipos de gobierno.
En esas circunstancias, me mantuve al margen de las vicisitudes sufridas por el edificio durante toda su vida. Primero porque he estado siempre ocupado y también porque el recuerdo de su construcción y del modo que fue recibido en Sevilla no ha sido nunca grato. Lo he manifestado en varias entrevistas aparecidas en diversos periódicos en los últimos diez o quince años.
Al aparecer, el edificio tuvo un claro rechazo por parte de una mayoría de la sociedad. Durante muchos años no hubo halago alguno. Sólo recuerdo comentarios jocosos en conversaciones privadas y de crítica, algunas veces feroz, en prensa.
Hasta los años ochenta tampoco recuerdo haber leído o escuchado opiniones favorables de compañeros de profesión saliendo al paso para defender el edificio, como apenas recibí en persona alguna manifestación de apoyo.
Ahora he de decir que estoy muy agradecido y halagado por las manifestaciones de mis compañeros jóvenes, sobre todo entre profesores y alumnos de la Escuela de Arquitectura, por poner en valor este edificio.
Llegué a darme cuenta de que había cometido un grave error, en el sentido de que la sociedad sevillana no estaba preparada para aceptar, en el centro de la Ciudad, un edificio de una arquitectura tan radicalmente distinta a la que hasta entonces se había conocido en Sevilla.
Quise aportar a Sevilla un edificio en consonancia con la mejor arquitectura (a mi juicio) que estaba siendo aceptada internacionalmente, en una ubicación que, suponía, no entraba en conflicto con otros edificios importantes de la Ciudad, creyendo que así se iba a entender.
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