Hilvano estas líneas, mientras BillieHoliday derrama su voz en mi derredor. Hoy, precisamente, se cumplen cincuenta y seis años de su muerte; y este 2015, se conmemora el centenario de su nacimiento.
Suena, entre tanto, su “StrangeFruit”, elegida en 1999 por la revista "Time", como la mejor canción del siglo XX: "De los árboles del sur cuelga una fruta extraña / sangre en las hojas y sangre en la raíz / cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña". Y a mi lado, tras su grata lectura, tengo, "Mientras canta BillieHoliday", el reciente poemario de Luis Alonso, del que releo y anotoestos versos: "Miradme allí, en aquel Sur, soy un extraño,/ un ser que siente y que respira”.
Tras haber iniciado su trayectoria lírica en 1987, con “Celebración de la luz” (Premio Internacional de Poesía “Antonio Oliver Belmás), Luis Alonso ha sumado otros dos títulos: “La música del tiempo” (1992) y “Noticia de un poema inacabado” (2002).Al margen sus textos aparecidos en revistas, antologías…, más de una década ha transcurrido, pues, hasta dar a la luz este libro que me ocupa.
Editado en la colección Maravillas concretas, de la Fundación Jorge Guillén, es el propio autor quien brinda unas personales pinceladas previas al volumen. En ellas, escribe “…lo que he pretendido con los poemas que aparecen aquí: salvar cosas del fuego. Aunque sé trataría de una salvación bien efímera, lo sé”.
Y no hay mejor bálsamo para llevar a cabo la citada “salvación”, que otorgar a la memoria lugar preeminente y dejarla cabalgar a solas, a lomos de los días vividos.
Memoria, sí, pero también mucho amor, y también protagonistas familiares, y amigos muy cercanos, y paisajes comunes…, son los elementos que van signando estas páginas sinceras, que cantan y cuentan de manera clara y ardorosa la sed y el torrente del vivir: “Nos miramos ahora de frente y de soslayo,/ repasamos ciertas fotos conocidas,/ y con gesto indulgente/ confirmamos la sentencia del tiempo:/ hemos cambiado”.
Hay poemas donde el yo poético se hace vívida remembranza, llama pretérita, encendido recuerdo de las horas y deshoras que alzaron una época imborrable y dichosa. Y de tan lírica combinación, surge, por ejemplo, “La casa sucedió”, un texto de alta temperatura lírica, donde los versos se derraman muy cerca del corazón: “La casa/ fue algo que sucedió hace ya tanto tiempo (…) En verano llegaban las primas y olía a Madrid./ En verano, sí, la casa grande, antigua, castellana,/ se poblaba de voces rubias y de primas jóvenes (…) Yo a veces visito, cauteloso, ese lugar feliz de la memoria/ para cerciorarme de que todo sigue allí”.
Allí, sí, y también aquí, junto a lector que escucha y acompaña este discurso tan bien dicho y dictado por un alma que se reconoce en el rostro de una vieja amiga, en las carcajadas juveniles a las puertas de un bar, en el vaivén sereno de los otoños… Y todo ello, ovillado al par de aquella mujer irrepetible, hecha música y esperanza: “Escribir,/ escribir como cantar es lo que cuenta;/ poco importa si es pasión duradera/ o flor de un día (…) poco importa si es gin o es jazz/ lo que me lleva (…) Sólo la desmesura sacia -y no del todo-/ esta apariencia de ebriedad y negras lágrimas/ bebidas./ Silencio, corazón,/ deja que BillieHoliday nos sirva de consuelo”.
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