Algo histórico estaba a punto de ocurrir en Cádiz. El nerviosismo se palpaba en el ambiente desde primera hora de la mañana en las calles y en los bares, especialmente en los más cercanos a la Plaza de San Juan de Dios, donde todas las conversaciones se centraban en el vuelco político que venía de camino. Poco a poco hasta el centro neurálgico de la noticia iban llegando decenas de curiosos que no querían perderse ninguno de los momentos que se iban a producir. Las decenas de personas se fueron multiplicando, hasta convertirse en cientos, que tornaron a miles cuando el futuro alcalde de Por Cádiz sí se puede, José María González, llegaba al Ayuntamiento, diez minutos antes de que comenzara el pleno de su investidura, acompañado de su inseparable pareja, Teresa Rodríguez y el resto de compañeros que trabajarán con él en el equipo de gobierno.
A Kichi lo recibieron personas de todas las edades entre vítores y aplausos. Una abuela se arrojó a sus brazos, mirándolo a los ojos y agarrándose a él como quien se aferra a la última esperanza. Con esa responsabilidad encaró González las escaleras que lo alzaban a un puesto, a un poder, con el que hace tres meses ni siquiera soñaba.
Arriba, en el Salón de Plenos, aguardaban 125 personas, entre funcionarios municipales a los que correspondía la organización del pleno, concejales electos y salientes, familiares y periodistas. Los primeros concejales en entrar fueron los de Ganar Cádiz en Común y Ciudadanos, seguidos de los del PSOE, Por Cádiz sí se puede y, por último, el PP.
En la bancada de la derecha conforme se entra por el Salón de Plenos se sentarían los ediles de Por Cádiz sí se puede y PSOE. La derecha quedaba para PP, Ciudadanos y Ganar Cádiz en común.
A las 11 tal y como estaba previsto comenzaba la sesión. Primero se constituyó la mesa de edad, representada por el concejal más mayor, en este caso, José Blas Fernández (PP) y el más joven, en la figura de María Román (Por Cádiz sí se puede). A continuación, se procedió a la comprobación de credenciales y al juramento o promesa de los concejales. Todo tenía un significado, un sentido, una interpretación. Señales que se produjeron desde el primer momento y que marcaban estilos, maneras de entender no sólo la política, sino la vida en sí.
Los primeros en “jurar” sus cargos fueron los diez concejales del PP que utilizaron la fórmula típica. Después le tocó el turno a los de Por Cádiz sí se puede que hicieron una interpretación personal de su compromiso. Todos ellos prometieron “por obligación” guardar la constitución “hasta que la podamos cambiar para hacerla más justa”. El primero en prometer su cargo fue José María González, que apartó con cierto desprecio el crucifijo que presidía el acto (qué dirá de este gesto el padre José Araujo, porque hay que recordar que Kichi participaba en los grupos de catequesis de San Lorenzo). A Por Cádiz sí se puede le siguieron los del PSOE, Ganar Cádiz en Común y Ciudadanos.
Mientras esto ocurría, Teófila Martínez compartía confidencias con Mercedes Colombo en la que se apoyó en todo momento para compartir el duro trance por el que estaba pasando. Martínez intentaba esconder su desolación entre risas nerviosas y comentarios a los ediles de su grupo, pero se percibía que no estaba siendo un momento fácil para ella, acostumbrada a ser investida alcaldesa sin ningún género de dudas y con una desahogada mayoría.
Después, el secretario municipal dio lectura el artículo 196 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General y se procedió al reparto de papeletas. José Blas Fernández, con la gracia que le caracteriza, rompió la frialdad del acto pidiéndole a los concejales “que doblasen la papeleta porque si no no caben por la rajita de la urna”. Todos fueron introduciendo el voto discretamente, menos los dos concejales de Ganar Cádiz en común que la enseñaron antes de depositarla. Tras esto, el recuento que daba la victoria a Kichi con el apoyo de Ganar Cádiz en Común y del PSOE. 15 votos para Por Cádiz sí se puede, 10 para el PP y dos para Ciudadanos. De esta manera, Kichi era proclamado alcalde de Cádiz y San Juan de Dios rugía en aplausos mientras el nuevo regidor juraba el cargo.
Llegó el momento esperado. José Blas Fernández le entregó el bastón de mando, estrechándole la mano y deseándole suerte con una amplia sonrisa.
José María González se sentó por primera vez en el sillón que preside del Pleno, aquel que durante 20 años había pertenecido a Teófila Martínez, y en el que con anterioridad se había sentado su tantas veces nombrado Fermín Salvochea. A tener de su campaña electoral, Kichi intentará parecerse en lo posible, salvando las distancias personales, políticas e históricas y dentro del margen legal vigente, al máximo representante que tuvo el cantón de Cádiz en el último cuarto del siglo XIX.
Una aventura política que llevará a cabo en minoría, con ocho concejales, con la simpatía de Ganar Cádiz en común y con la férrea oposición de PP, PSOE y Ciudadanos, que se han mostrado reticentes con sus propuestas, especialmente el PSOE por sus dudas acerca de cómo podrá abordarlas desde el punto de vista jurídico, económico y administrativo.
Hoy es el primer día de una legislatura dura, nueva para Cádiz en todos los sentidos y, sobre todo, emocionante. Es hora de pasar de la teoría a la práctica, de hacer cosas y de demostrar que por Cádiz sí se puede.
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