El Sevilla es invencible y así lo demostró una vez más. No hay quien le tosa en Europa. Y Varsovia, el escenario de una nueva final, fue testigo directo de otro triunfo mastodóntico de una institución gloriosa. Cayó la cuarta UEFA Europa League y el dulce premio de la Liga de Campeones.
Los grandilocuentes prolegómenos del encuentro en el Estadio Nacional de Varsovia dieron paso a unos 45 minutos iniciales frenéticos donde los ataques superaron claramente a las defensas en muchas ocasiones.
Y fue el aspirante quien en este caso golpeó primero en la final para sorpresa de los aficionados sevillistas; cuando en el minuto 7, una jugada de tiralíneas por la banda derecha del equipo ucraniano era rematada con la testa magistralmente por el goleador del conjunto local en el partido, Nikola Kalinic, quien no desaprovecharía el medido centro de su compañero brasileño, Matheus.
Sin embargo, muy lejos de que reinara el desánimo en el cuadro rojiblanco, la máquina de Emery se puso manos a la obra y con un fútbol total, asedió el área del Dnipro hasta que en el 28’, un disparo raso de Krychowiak, el anfitrión de la noche, colaba el esférico en el fondo de la portería defendida por Boyko ante el que nada pudo hacer.
El tanto dejó tocado al bloque dirigido por Myron Markevych que veía como el suplicio aún no había tocado a su fin. Sólo tres minutos después, un pase entrelíneas mágico de Reyes hacia Bacca la culminaba el ariete colombiano salvando la salida de Boyko y alojando la pelota en la meta adversaria.
La final parecía encarrilada pero cuando la primera mitad exhalaba, un precioso lanzamiento de falta de Rotan por encima de la barrera ponía de nuevo las tablas en el luminoso. Jarro de agua fría para los de Unai Emery y las espadas en todo lo alto por tanto para una segunda parte que se presuponía llena de emoción.
Con el debido respeto que marca el paso de los minutos, pues en caso de recibir un gol, habría como es lógico menos capacidad de reacción para hacer el empate y forzar la prórroga en el duelo.
En estas, Emery sorprendía a todos moviendo el banquillo y dando entrada a Coke en detrimentos de Reyes; sustitución que no entendió.
También hacía lo propio el técnico ucraniano buscando más mordiente en mediocampo y que la fortaleza en sendos equipos se equilibrase.
No obstante, el Sevilla nunca dice su última palabra hasta que el árbitro no da por finalizado el choque.
Y así fue, como del error del Dnipro, los rojiblancos hicieron la virtud y un toque sutil de Vitolo congelaba el tiempo hasta que nuevamente, el auténtico héroe de la final, desataba el delirio en la grada sevillista pegándole al esférico como si no hubiese un mañana, elevando a los cielos por cuarta vez, la sensación en el sevillismo de que la historia se volvió a escribir con letras de oro los anales europeos.
Una gota de sufrimiento y el silbato del inglés Atkinson que ponía el colofón decisivo a otra grandiosa apuesta por hacer del Sevilla el club más grande de la segunda competición continental.
El sevillismo no para de frotarse los ojos por lo vivido y por supuesto, la celebración y el festejo en territorio polaco, tendrá su continuación en Sevilla en el día de hoy en cuanto aterrice el equipo en el aeropuerto de San Pablo.
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