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Líbano remoza su imagen con la retirada de la propaganda política

La campaña para retirar estos símbolos arrancó hace dos días tanto en la capital Beirut como en otras ciudades, entre ellas la conflictiva Trípoli (norte), escenario frecuente de choques sectarios

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Omnipresentes desde la guerra civil, las pancartas y banderas de las distintas fuerzas políticas empiezan a desaparecer de las calles del Líbano para intentar rebajar la actual tensión y dar una imagen "civilizada".

Estos elementos no han sido solamente un eficaz modo de propaganda, sino que han servido para delimitar el territorio que controlaba cada milicia durante la guerra o los feudos de los distintos grupos en tiempos de paz.

La campaña para retirar estos símbolos arrancó hace dos días tanto en la capital Beirut como en otras ciudades, entre ellas la conflictiva Trípoli (norte), escenario frecuente de choques sectarios.

De tener éxito esta iniciativa, que se produce en un momento de gran tensión en el Líbano influida por la guerra en la vecina Siria, la imagen de muchas calles libanesas cambiará por completo.

Si el barrio beirutí de Bir al Abed estaba plagado de banderas amarillas del grupo chií y prosirio Hizbulá y de las fotografías de sus dirigentes y "mártires", la zona de Tarik Jdide demostraba ser un feudo de su rival, el partido Futuro (suní y antisirio) con fotografías de su líder Saad Hariri.

Estas divisiones han sido visibles también por ciudades, con Trípoli como bastión suní y el valle de la Bekaa (este) con un predominio de la propaganda de los chiíes Hizbulá y Amal.

De hecho, la campaña de supresión de propaganda es uno de los resultados de las conversaciones que mantienen Hizbulá y la Corriente Futuro para cerrar su crisis, que aumentó después de que el Tribunal Especial para el Líbano acusara a miembros de la milicia chií del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri en 2005.

Estos grupos comenzaron por su cuenta a retirar sus carteles y banderas, y ahora las autoridades se dedican a limpiar las calles de los restos de propaganda, que todavía sigue intacta en los barrios del sur de la capital, bastión de Hizbulá, o en las zonas de mayoría cristiana.

Como dijo el gobernador de Beirut, Ziad Chebib, durante una gira para inspeccionar el arranque de la campaña, "el espíritu de diálogo (entre Hizbulá y Futuro iniciado en diciembre) ha ayudado enormemente".

"Desde ahora trabajaremos para hacer que Beirut tenga un aspecto civilizado", afirmó Chebib a la prensa, una opinión que comparten tanto políticos como ciudadanos, aunque muchos son escépticos.

El ministro de Telecomunicaciones Butros Harb, independiente, dijo a Efe que esta campaña es "una buena decisión, pero para ser efectiva tiene que ser seguida por otros pasos".

De forma similar se expresó el diputado Ahmad Fatfat, que afirmó que la medida era "necesaria para volver a dar al país un aspecto civilizado y no agresivo, tanto en el plano estético como político".

"No debe detenerse en las apariencias sino seguir en el plano de seguridad. Esperamos que esta vez sea eficaz y cumpla su objetivo de calmar los ánimos", afirmó a Efe Fatfat, de la Corriente Futuro.

La utilización de los eslóganes, banderas, banderines y pancartas políticas alcanzó su apogeo durante la guerra civil (1975-1990), cuando además de los retratos de los diferentes líderes libaneses, se colgaron otros de iraníes, sirios y palestinos, así como las fotos de los "mártires" de cada grupo.

Al término del conflicto armado esta costumbre prevaleció y muchas veces la retirada de alguno de estos elementos por miembros de un grupo rival fue el detonador de una nueva ronda de violencia, que ha caracterizado el país en las últimas décadas.

En la actualidad, la tensión se mantiene exacerbada por la guerra siria, que divide a los libaneses entre partidarios y detractores del régimen de Bachar al Asad, en medio de temores de que un amplio conflicto suní-chií se extienda al Líbano.

Este país se rige por un sistema confesional que reparte los puestos políticos entre los líderes de sus 18 comunidades religiosas y estipula que el presidente tiene que ser cristiano maronita, el jefe del Gobierno musulmán suní, y el presidente del Parlamento musulmán chií.

Para Fadia, una profesora libanesa, la retirada de la propaganda es "una medida muy buena y necesaria que evitará también accidentes en la carretera", ya que los carteles distraían en su opinión a los conductores.

Sin embargo, se mostró escéptica sobre la vigencia de la medida debido a la citada división religiosa y política del país. Como indicó a Efe, "al igual que otras veces solo durará un tiempo limitado y todo volverá a ser como antes".

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