Andalucía

'Babadook': Déjame entrar...

Estamos ante una cinta original en su forma y fondo, en su estética y narrativa, en su puesta en escena -intensa y cuidada, elegante, elíptica y sugerente, pero siempre aterradora- y en su tratamiento de los personajes y de sus circunstancias

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La actriz, guionista y realizadora australiana Jennifer Kent ha hecho – con esta película que nos ocupa, de cuya escritura es también responsable – un brillante debut tras la cámara, merecedor de todo tipo de reconocimientos. Como, entre otros, el de Mejor Ópera Prima del Círculo de Críticos de Nueva York, la nominación a la Mejor Dirección Novel de sus homólogos de Chicago o los Premios del Jurado y a la Mejor Actriz en Sitges.

De 95 minutos de metraje y adscrita al género de terror, entendido en su más amplia y compleja acepción, cuenta la historia de una valerosa y amable mujer, cuidadora de personas ancianas, quien convive con el duelo por la trágica pérdida de su marido y con el esfuerzo de sacar adelante a su hijo de seis años. Este, un chico hipersensible y no siempre fácil de llevar, vive angustiado por visiones y presencias que la lectura de un cuento misterioso y terrible no hace más que exacerbar, alcanzando de lleno a su progenitora y convirtiendo sus vidas en un infierno.

Estamos ante un debut cinematográfico estimulante y de una madurez sorprendente. Estamos ante una cinta original en su forma y fondo, en su estética y narrativa, en su puesta en escena – intensa y cuidada, elegante, elíptica y sugerente, pero siempre aterradora – y en su tratamiento de los personajes y de sus circunstancias. Estamos ante un filme que consigue algo tan novedoso como romper esquemas en este género, tan deudor de tópicos y clichés, como visitado por maestros. Estamos ante una mirada de mujer que ilumina zonas relevantes, que sus colegas masculinos no percibieron.

En efecto, sus protagonistas, los principales y los de reparto, no son meros instrumentos de cara a provocar el sobresalto. Por el contrario, son vist@s en toda su integridad. La madre, magnífica Essi Davies, es contemplada como mujer, con sus deseos, añoranzas e irremediable duelo ; como trabajadora, en su interacción con l@s pacientes y sus compañeros; como hermana, con sus ambivalencias afectivas; como vecina, solidaria y generosa, con una vieja dama tan sabia como comprensiva. Y, desde luego, como progenitora  amante y entregada de un niño , excelente Noah Wiseman, que carga con un peso que no le corresponde. Tan difícil como conmovedor, tan exhaustivo como tierno, tan ásperamente sincero como afectuoso, tan frágil como valiente.

Y luego están el clima y el clímax que sabe crear. Tanto en la sugerencia, en los ruidos, sonidos, crujidos, como en el cuento convertido en una realidad atroz. Pero también en el infierno, que bulle dentro de unas criaturas atormentadas. Pero también en la oscuridad que, pese a ellas mismas, las habita. Pero también en la singularidad de un destino trágico que las separa del mundo. Pero también en sus demonios, que proyectan en ese Babadook inquietante y naif. A ello contribuyen poderosamente la fotografía de Rader Ladzcuk y la música de Jed Kurzel.

Cuento cruel, thriller psicológico, drama familiar, conmovedora crónica de ausencias irreversibles, inquietante y absorbente, al que solo cabe reprochar ciertos trazos esquemáticos en los dibujos de la hermana y sus amigas. Aunque, por otra parte, sean testigos y también víctimas del deterioro y alienación de ambos protagonistas. Déjenlo entrar en sus vidas cinéfilas y no se lo pierdan.

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