La tribuna de Viva Sevilla

Sobre Carrillo y la falsificación de la Historia

Nadie duda de que la novela histórica es un género de éxito, y por eso mismo son muchos los escritores indocumentados que se han atrevido con ella...

Recientemente hemos conocido la publicación de una novela histórica que bajo el título “Con la piel de Cordero”, recrea en sus páginas la aventura de un periodista que, por azares del destino, acaba investigando la vida del antiguo dirigente comunista Santiago Carrillo.

En su labor, el protagonista descubre pruebas terribles que vinculan a Carrillo con el asesinato de su primera mujer, Asunción Sánchez, cuyo cadáver, para hacer más truculenta si cabía la historia, es enterrado en la casa de Dolores Ibárruri.

El autor -un tal Josele Sánchez, antiguo falangista y supuesto periodista dedicado en realidad al negocio farmacéutico- no acaba ahí con sus excesos imaginativos, sino que además se atreve a vincular a Carrillo con el asesinato de León Trotsky, e incluso llega a declararlo responsable de la muerte de Primo de Rivera, a quien habría ordenado ejecutar cumpliendo órdenes del mismísimo Stalin.

Nadie duda de que la novela histórica es un género de éxito, y por eso mismo son muchos los escritores indocumentados que se han atrevido con ella.

Lejos quedan los magníficos trabajos de Gore Vidal, Umberto Eco y Henryk Sinkiewicz para una literatura que difícilmente va a poder escapar de su sino: la proliferación de obras de pésima calidad, firmadas por autores sin escrúpulos que, lejos de permitirse ciertas licencias literarias para hacer que su historia tome vida, inventan hechos que jamás sucedieron, con la mirada puesta exclusivamente en los beneficios que se pueden obtener con sus invenciones.

Josele Sánchez parece ser uno de estos aficionados que tal vez haya pensado así, y a pesar de haberse visto obligado a publicar su novela en una editorial de autoedición, sus estrambóticas afirmaciones parecen haber tenido eco entre algunos medios conservadores, que han publicado entrevistas a este personaje.

En ellas, el escritor ha afirmado sin sonrojo haber construido su historia en base a hechos demostrables, ya que dos años de investigación avalarían sus tesis.

Cuestiones como la de que Carrillo apenas llevase unos días militando en el PCE cuando mataron a Primo de Rivera, que el asesinato de Trotsky fuese ideado y ejecutado por el servicio de inteligencia soviético o que la leyenda sobre la muerte de Asunción Sánchez fuese ideada por Enrique Líster para desacreditar a Carrillo, no parecen frenar a Josele Sánchez en una tarea difamatoria que, seguramente, acabará teniendo consecuencias legales.

Pero, pese a que ningún historiador puede dar cábala a las teorías del tal Josele, me temo que este libro no va a ser más que una avanzadilla de lo que se avecina con el centenario del nacimiento de Carrillo.

Su controvertida figura -ciertamente no exenta de crítica-, posiblemente desatará con la efemérides la eclosión de multitud de obras que pretenderán desacreditarlo con pruebas vacías.

Lamentablemente, el principio de Goebbels según el cual una mentira repetida mil veces se convierte en verdad hace que lo aparecido en los medios de comunicación tenga más valor que años de investigación de historiadores serios que no escriben mentiras a demanda del mercado.

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