Publicado originariamente en el año 1962, “Que estás en la tierra”, significaba el tercer poemario de Gloria Fuertes (1917). Ahora, con buen criterio, la editorial Torremozas lo reedita en su femenina colección y nosacerca el decir de una autora personalísima e inconfundible.
Es bien sabido, que la trascendencia de la obra infantil y juvenil de Gloria Fuertes alcanzó cotas insospechadas, sobre todo, tras sus apariciones televisivas en programas tan significativos como “Un globo, dos globos, tres globos” y “La cometa blanca”. Pero antes y después de ese salto a la fama, su quehacer poético para adultos, fue abundante y notorio.
En 1950, daba a la luz su primer poemario, “Isla ignorada”. En su prefacio, la autora madrileña afirmaba: “Mi poesía está aquí, como nació -sin ningún ropaje de retórica-, descalza, desnuda, rebelde, sin disfraz. Mi poesía recuerda y se parece a mí”.
A éste volumen, le seguirían “Antología y poemas del suburbio” (1954), “Aconsejo beber hilo” (1954) y “Todo asusta” (1958). Entre 1961 y 1963, obtiene una beca Fullbright y reside en Estados Unidos impartiendo clases en distintas universidades. En este intervalo, y editado en Barcelona por el sello Colliure, apareció el volumen que me ocupa.
“…que estás en la tierra”, se abre con una íntima “Nota bibliográfica”, donde la poeta resume con verso grácil su ayer y su presente: “Gloria Fuertes nació en Madrid,/ a los dos días de edad/, pues fue muy laborioso el parto de mi madre/ que si se descuida muere por vivirme (…) Quise ir a la guerra, para pararla,/ pero me detuvieron a mitad de camino (…) Escribo por las noches/ y voy al campo mucho./ Todos los míos han muerto hace muchos años/ y estoy más sola que yo misma”.
De ahí en adelante, el libro revela una acusada variedad versal y rítmica y muestra un copioso abanico temático. La ternura confesional con la que retrata su carácter (“Soy alegre y afable en el invierno,/ en el verano piso por la playa,/ en el otoño pliso los visillos,/ estoy como una cabra en primavera”), la tristura amatoria que convoca su soledad (“Cristales de tu ausencia acribillan mi voz,/ que se esparce en la noche/ por el glacial desierto de mi alcoba”), la hondura lírica que sobrevuela su pluma (“Mis manos son dos aves,/ a lo mejor palomas./ Que buscan por el aire/ una luz en la sombra”), o la delicadeza con la que define este mes tan navideño (“Diciembre es un Niño/ que nace y que tiembla”)…., son ejemplos sobresalientes de la certidumbre y devoción con la que Gloria Fuertes amó la poesía.
El centenar de títulos que publicase refrendan, sin duda, tal pasión lírica. Tan sólo la muerte, acaecida el 27 de noviembre de 1998, pudo poner fin a su caudal creativo. En su lápida, y a modo de poética, reza lo siguiente “Gloria Fuertes. Poeta de Guardia (1917 – 1998) Ya creo que lo he dicho todo. Y que todo lo amé. G.F.”
Sirva la memoria de su afilado verso para poner inmejorable broche a este 2014 .
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