El Loco de la salina

Pocas luces

Al parecer Dios lo tuvo fácil y así lo refleja la Biblia en el libro del Génesis. “Hágase la luz”, y la luz brilló, que se dice muy pronto.

Decir pocas es decir algunas. Hay Ayuntamientos que a estas alturas del año han iluminado ya sus calles y plazas, y hay otros que tienen muy pocas luces. La Isla, cumpliendo con la fama ganada a pulso de ser calificada como ciudad dormitorio, está ahora mismo sumida en la más negra de las oscuridades, a pesar de que cualquier dormitorio que se precie tiene como poco una humilde lamparita en la mesita de noche.

Siempre, por estas fechas, al menos la calle Real estaba adornada hasta donde se podía con esas lucecitas traviesas que anunciaban la Navidad y que te ponían el cuerpo a punto en vísperas de estas fiestas entrañables. Eso se acabó. Entramos en una nueva etapa. Entramos en un túnel negro e imprevisible y no sabemos si el motivo es el recorte de turno y el ahorro por aquello de la crisis, o por el contrario el apagón tiene un profundo y meditado sentido de recogimiento, cosa que los locos dudamos, porque los que recogen son los de siempre.

El caso es que hace bastantes días todas las ciudades y pueblos vecinos, con más o menos crisis que este pueblo y casi todos con sus trampas correspondientes, están que se salen y han colocado por supuesto guirnaldas más o menos originales y sencillas para anunciar las fiestas navideñas de toda la vida de Dios. Somos conscientes de que la luz ha subido de manera brutal, y, aunque tendríamos que hacer un master para interpretar los recibos, el numerito de pago que aparece al final nos despeja todas las dudas. El abuso es tan patente como las escandalosas cantidades con que nos ahogan los señores encargados del tráfico con sus multas desproporcionadas a todas luces.

Al parecer Dios lo tuvo fácil y así lo refleja la Biblia en el libro del Génesis. “Hágase la luz”, y la luz brilló, que se dice muy pronto. Aquí no. Aquí nadie dice que se haga la luz y por tanto La Isla es una oscura cueva por donde van los peatones intentando adivinar dónde están las lozas que nos van a hacer pupa si tropezamos con ellas, que es lo más seguro. Decía un autor famoso: “La oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos”. Pero yo le puedo decir a este señor que, si se da una vueltecita desde la Iglesia Mayor hasta el Carmen, comprobará en sus propias pupilas que la oscuridad no solamente existe, sino que es apabullante. Ahora bien, si estamos pasando por estos días tan negros a fin de ahorrar energía y pagar menos, no estaría mal que el Ayuntamiento cogiera ese dinero ahorrado y lo repartiera entre las familias que hoy por hoy se están viendo negras para cumplir con Endesa.

Lo que extraña a los ciudadanos es que estando ya los partidos en plena campaña electoral, aunque digan lo contrario, no los tengan contentos con algo tan simple como es un alumbrado normalito, cosa que, quiera que no, araña votos. El diccionario ofrece muchas definiciones de la luz, pero la primera que aparece no puede ser más clara: “Agente físico que hace visibles los objetos”. Aquí, dando las 6 de la tarde no se hace visible ningún objeto con el consiguiente peligro, y sobre todo nos entra a los cañaíllas una sensación amarga de estar a la cola de todo.

Dicen las malas lenguas que el gobierno está poniendo las cárceles de dulce y que no les falta un detalle en cuanto a iluminación. ¿Será por interés propio? Aquí en el manicomio da gusto ahora entrar y sin embargo arrastramos la fama de tener muy pocas luces. Unos tienen la fama y otros cardan la lana, como dice el refrán. En fin, que desde aquí hago un llamamiento a nuestras queridas autoridades, para que den a luz de una vez y tengamos un parto feliz. No es mucho pedir.

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