Sevilla

La ciudad del genial “Tropezones” (y V)

Llegamos al final de esta mini serie dedicada a recordar a uno de los personajes clave de la ciudad de la posguerra. Pero aún nos quedan muchos recuerdos más que recuperar en algún libro próximo para hacerle justicia periodística a uno de los dibujantes y humoristas más destacados del pasado siglo X

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Fernando Gelán, compañero entrañable en aquellos años del tardo franquismo, nos recuerda sus relaciones con Tropezones, y escribe lo siguiente: “He de decirte, para que tengas una información completa, que el famoso y recordado Wasaldúa colaboró en la revista “Campo” cuando yo era el director de esta publicación y sustituí a Joaquín Carlos López Lozano, a finales de la década de los 60 y principios de los 70. Trabajé varios años en la revista y fui quien  llevó a “Tropezones” a “Campo”.

Como el consejo de la revista, los “dueños”, querían “guerra” mediática, “Campo” comenzó a dar leña en defensa de los agricultores de Andalucía. Y siendo director de la publicación tuve tres expedientes administrativos, cuando estaba Manuel Fraga en el Ministerio de Información. Curiosamente uno de los expedientes fue por una portada que dibujó Wasaldúa en la que se veía un agricultor con la revista “Campo”, portando la revista debajo del brazo y con un “bocadillo” que llevaba el siguiente texto “Yo sigo”. (Se refería a que íbamos se seguir con la dura crítica contra la Administración de aquella época)”.    

El escritor y periodista Antonio Burgos escribió en “ABC” un artículo donde hace referencia indirecta de Tropezones, y dice: “Manuel Flores Cubero tenía por escudo de las grandezas  populares de su Casa Camará un chiste, un dibujo de Tropezones, de Domingo Wasaldúa, en el desaparecido diario “Sevilla”.

Dos albañiles sentados a la hora del almuerzo en la obra, con sus canastos y sus fiambreras, mantenían el diálogo que Camará ponía como ejemplo de cuanto su casa fue en la España de Manolete, de Paquirri o de Rivera Ordóñez. Le decía un albañil al otro:

—Oye, enhorabuena, porque me he enterado que a tu chiquillo, el que quiere ser torero, lo ha cogido Camará...

Y el padre del torerillo respondía:
—Sí, lo ha cogido Camará; pero ha sido con el coche...”

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