“Viva el Moreno de la Cruz Blanca”, espetó una emocionada vecina durante la salida de los dos sagrados titulares de la cofradía del Rescate desde el altar mayor de la iglesia de los trinitarios. La estampa visual se completó con un grupo de cincuenta mantillas de la ciudad que acompañaron en su pesar al centenar de penitentes que arrastra el trono del Señor desde su salida. Paso que este año aparecía decorado con llamativos claves rojos, y por primera vez, flores de color lila, tonalidad ésta última que contrasta con el color morado de la ropa del Cristo del Rescate.
“Debajo de su vestido, enganchado con alfileres, los fieles dejan las promesas que le hacen al Señor” detalló la camarera de su trono, Carmen Ramos, quien aclaró que en ningún momento ha sentido la curiosidad de leer las peticiones que le hacen a la talla de la Cruz Blanca por el enorme respecto que siente hacia los devotos de la hermandad.
“Mi madre ya lo vestía, y si el Señor del Rescate quiere, también lo vestirán mis hijas cuando yo falte”, explicó Carmen. Mientras, la camarera admiraba con espléndida devoción la obligada parada que cada año realiza esta imagen a su fiel amigo Manolo. Más conocido como ‘El Niño’, Manolo Sánchez es un antiguo cofrade de esta hermandad que debido a una parálisis cerebral lleva postrado en su cama desde hace 53 años.
“El cuerpo procesional ha optado por cambiar su itinerario, pasando por esta zona de Toronjo, porque nuestro compañero cofrade se lo merece”, resaltó el presidente de la cofradía, Juan Ortigosa Romero, que este año se estrena en el cargo.
Por primera vez subió hasta la casa de Manolo toda la Junta directiva de la Cofradía. Además, la Virgen de la Piedad también se acercó hasta la casa de este hermano tan querido en la cofradía.
Los diez rosarios que portaba el trono de la Virgen se mecían al ritmo del acompañamiento musical, que llegó de la mano de la banda de cornetas y tambores Coronación de Campillos, y la banda de la Saucedeña de Villanueva del Rosario.
Dedicación
Ya en la noche se escucharon de fondo las primeras saetas. No en vano, ésta es la única cofradía de Antequera que se identifica por los desgarradores versos espontáneos que rinde a ambas imágenes los vecinos de la ciudad.
Los capirotes de color blanco empezaron a agolparse a su regreso a la Cruz Blanca. En la zona alta de la barriada, el Cristo Atado a la Columna esperaba un año más a su madre, envuelta en rosas blancas y anaranjadas.
Las miradas se detenían en aquella instantánea: Madre e Hijo meciéndose al unísono en los minutos previos de despedirse de su cuerpo procesional. El Martes Santo de Antequera volvió a dejar un intenso ‘perfume’ pasional en las calles de la ciudad del Torcal, y sin palabras a los devotos que se acercaban hasta la iglesia. Habrá que esperar, de nuevo, todo un año.
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