Detrás de las ya de por sí alarmantes cifras de casi 300 empleos directos y más de 2.000 indirectos que se verán afectados por el cierre de la planta de celulosa de Ence en Huelva, hay muchos rostros, inquietos, bajo la sombra de la incertidumbre pero con el alma de guerreros. Viva Huelva ha compartido una charla con cuatro de ellos, trabajadores de la fábrica y que ponen voz y cara al drama que viven estos trabajadores.
Algunos como Juan Martínez y Manoli Robles, llevan prácticamente una vida tras el muro de Ence. Manoli, que trabaja en el Laboratorio, entró a trabajar con apenas 15 años, y lleva ya 40 entre esas paredes, los mismos que Juan, contramaestre de blanqueo. Los padres de ambos también trabajaron para Celulosa, y los dos, a pesar de estar muy cerca de la jubilación, piensan luchar hasta el final.
Juan trae entre sus manos un álbum que ha ido recopilando año a año. Fotos de las navidades en la fábrica, campeonatos de fútbol, convivencias, hasta imágenes de la famosa nevada... “Para nosotros, independientemente de lo económico y de la situación caótica en la que nos están encerrando, es una cuestión emotiva, porque allí fue donde crecimos como personas, donde nos hemos hecho profesionales, donde fundamos nuestra casa y nuestra familia”, explica Juan, que hace unos años que dejó de recopilar fotos para su álbum. “Desde que llegó esta Dirección (2006/07) no me apetece”.
Y es que todos coinciden en que el principio del fin para Celulosa vino de la mano de los nuevos gestores. “Con esta Dirección, ni lo escrito lo cumplen, pues tuvimos en 2009 un ERE, y la mayoría de los acuerdos no se han cumplido; por eso, cuando hablan de recolocaciones, no nos creemos nada, pero no por falta de fe, sino porque nos lo han demostrado”.
Javier no es tan veterano como Juan y Manoli, pero lleva a sus espaldas 20 años de trabajo en Ence como contramaestre de blanqueo. También se muestra muy crítico con la Dirección: “Lo que están haciendo hasta ahora es cumplir plazos; la legislación dice que debe haber 15 días de preaviso del ERE, y un mes de negociación, y lo que están ofreciendo no es nada de aportación voluntaria, de momento no atisbamos buena fe en las negociaciones”.
De hecho, más bien lo contrario, pues según relata Juan, “nos han negado todo: asambleas dentro del comedor común, los accesos al césped... Nos ponen todas las cortapisas del mundo, hasta el punto de que hemos tenido que poner un servicio fuera, donde estamos acampados, porque la empresa nos niega la entrada a fábrica a no ser que vayas a trabajar”. “No hemos conocido una Dirección más inhumana en todos los sentidos”, añade Manoli.
Y mientras tanto, el trabajo sigue en la fábrica. “Nuestros responsables nos dicen que tenemos que continuar trabajando, que hay que ser profesionales, y lo que más mata es la incertidumbre de no tener información. Todo son suposiciones, comentarios y rumores”, apunta Javier, que añade que “todo funciona normalmente, se está pintando la fábrica, renovando maquinaria...”
“Trabajamos como si no pasara nada, y eso es lo que todavía nos pone el cuerpo más inquieto”, añade Manoli.
Todos coinciden en que la fábrica es “totalmente viable”, y a pesar de eso, de reconocer que el anuncio de cierre les cogió por sorpresa y que se gestó “con nocturnidad y alevosía”, reconocen que hace tiempo que le vieron las orejas al lobo. “Intuíamos que la fábrica estaba mal, porque a la nueva Dirección hacía tiempo que la fábrica de Huelva le quemaba en las manos, pero teníamos esperanza de que cambiara”, explica Juan, que reconoce que “es verdad que la hemos visto matar, que no morir, porque no apostaban por ella; la han dejado morir, nos han dado un ejemplo de cómo se cierra una empresa sin hacer ruido”.
Algo impensable
Antonio Miñaca no tiene la experiencia de sus compañeros. Con 29 años, entró en la empresa hace siete, como operador de campo de blanqueo. Jamás pensó que la fábrica de celulosa pudiera verse en la situación actual. “Cuando entré en 2007 ni mucho menos podía imaginar esta situación, es más, estábamos haciendo récord de producción; estaban ganando muchísimo dinero, y ahora lo siguen ganando, pero es la gestión de los de arriba, del Don Dinero, que no les gusta la fábrica de Huelva”.
Sin embargo, a pesar de todo esto, no quieren ni pueden asumir el cierre. “Tengo 58 años, pero la fuerza del que tiene 40, porque me pongo en su piel, en la de sus críos cuando vean que sus padres se van a quedar parados”, indica Juan, que añade con vehemencia que “en mi boca no vais a escuchar hablar de recolocación, sólo vais a escuchar que esto no se cierra porque es viable, pero si lo cogen personas preparadas y no especuladores y terroristas industriales”.
Antonio también lo tiene claro: “Si tuviésemos asumido el cierre, seguramente no estaríamos en las calles luchando”, mientras que Javier advierte de las consecuencias del cierre: “Si cierra, ahora mismo significa irte al paro, y a los hechos me remito, pues tenemos los ejemplos de Astilleros y Foret, y nuestro caso no es comparable, porque nuestra plantilla tiene una media de edad de 43 años, es decir, que poco más de 15 podrían acogerse a la jubilación”. Además, según apunta Antonio, “en Huelva hay un Polo Químico que se vería afectado, porque nos abastecemos unos a otro”. De hecho, Juan recuerda que “Aragonesa se mantiene por la sosa que nos vende a nosotros”.
La postura de los políticos
Por último, estos cuatro trabajadores con alma de valientes, también hablan sin tapujos sobre el papel de los políticos en todo este asunto. Juan lo tiene claro: “Que se mojen ya de una puñetera vez, pero de verdad, no para salir en la foto, y hablo de todos los signos, aunque también es verdad que quien hizo la reforma laboral y quien ha dado la llave para llevarnos a esta situación, y quien tiene la potestad, es el Gobierno y la ministra Fátima Báñez”. Para este veterano trabajador, la clave está en los políticos: “Como no lo arreglen ellos... A los trabajadores nos queda la protesta y las movilizaciones, pero ¿quién tiene la fuerza para desmontar esto con criterio? Por eso hacemos mucho hincapié, y es lo que estamos esperando, para bien o para mal, en que hay que ponerle fecha a la reunión a cuatro bandas (Gobierno, Junta, empresa y trabajadores), pero al más alto nivel”.
Javier coincide en que la solución pasa por la clase política, pero no tiene muchas esperanzas: “Creemos en la viabilidad de la fábrica, pero si tenemos que estar en manos de los políticos, el día 19 de octubre estamos en el paro”. Lo mismo piensa Antonio, que los ve como “un arma de doble filo, pues quizás sean la llave de todo esto, pero pueden abrir o cerrar”.
Mientras, Manoli muestra su decepción por el “silencio” de la ministra paisana, la sanjuanera Fátima Báñez. “Me sienta fatal su silencio, porque es de Huelva. Yo me consideraba de su sangre, pero ya no”.
Este es el testimonio, y la cara, de cuatro de los miles de afectados. Heridos, incrédulos, pero como dijo Juan en la manifestación del pasado 18, “dispuestos a morir con las botas puestas”.
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