La historia de un país sigue la historia de su educación. El verdadero bienestar de un pueblo surge de la calidad de su educación.
España irá a la deriva si no rectifica su rumbo. El sistema español educativo huele a podrido y solo lo sostienen algunos padres, alumnos y docentes a los que no se le reconoce el prestigio que merecen ni se les valora lo suficiente.
Junto a éstos, convivimos padres sobreprotectores que hemos perdido el norte de la educación y alumnos caprichosos - más inteligentes de lo que dicen sus resultados-, que solo aspiran a obtener buenos resultados sin esfuerzo.
Es necesario poder aprender en la escuela de hoy de una forma nueva porque vivimos tiempos nuevos.
Más emocional, que conceda más importancia a la reflexión que a la información y que fomente las operaciones que realiza nuestro hemisferio cerebral derecho, como son la creatividad, la imaginación, la intuición y el gobierno de las emociones.
Todo ello, sin menoscabo de las funciones propias del hemisferio izquierdo, omnipresentes tiránicamente en la escuela, como son las de la atención, la memoria, la lógica, la secuencia, el cálculo y el idioma.
Todas tan necesarias, como complementarias, pero que han de ser enriquecidas con las facultades de nuestra mitad cerebral derecha del derecho, si de verdad queremos la felicidad de nuestros hijos y su desarrollo personal y profesional.
Hay que desterrar de la escuela el desencuentro entre padres, alumnos y profesores, e invitarlos a colaborar juntos para la realización idónea de cada uno de los estudiantes y su aprendizaje real: protagonistas de la escuela.
Urge cambiar contenidos, modos, actitud, evaluación, motivación y método, sin más retraso. Sabemos cómo. Es cuestión de hacer a veces lo contrario de lo que nos propone el sistema alimentado por algunas autoridades educativas.
Sabemos hacerlo mucho mejor. España cuenta con profesionales, alumnado, padres y madres excepcionales.
Ahora que comienza un nuevo curso bueno es recodar que todos los niños y adultos pueden ser Einstein, porque la genética apenas pesa comparada con lo que está en nuestra mano aprender a hacer.
Cada docente y progenitor tiene en sus manos en buena parte motivar y enseñar a su alumno o hijo cómo lograr el éxito que se le escapa: enfrentándose con su propio esfuerzo, aprendiendo a estudiar mejor, de verdad, con mejores esquemas, mejores técnicas para realizar un examen, empezando por lo más fácil y eficaz…, siendo el protagonista de su aprendizaje y futuro.
La educación en España ha entrado en estado crítico, reanimarla no depende solo del propio enfermo-alumno, ni de los médicos-padres, ni de los enfermeros-docentes, ni de lo que estorben o no los directores de los hospitales-políticos, sino de todos.
Cada uno en su sitio, por el bien de cada alumno, de cada familia, de cada comunidad autónoma y del bienestar y de la historia de todo el país.
Los nuevos cambios recién estrenados no son la solución que ya necesitamos con urgencia.
Servirán para hacer cosquillas a Goliat.
Y una vez más dependerá de lo que logremos hacer los docentes, padres, madres y alumnado que aún quedamos con ilusión y fuerza.
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