El actual panorama de la crisis de los precios, con ser grave, porque en efecto se ha tocado fondo y plantea un escenario de falta de rentabilidad para el producto y la asfixia sobre todo para quienes viven de la producción olivarera, no deja de formar parte del propio escenario de las dificultades económicas de las familias en la actual coyuntura, aunque haya sido aprovechada por otros intereses para ahogar a un producto cada vez más valorado, con mayores propiedades para la salud, como se estudia en distintas universidades, una de ellas precisamente la de Jaén, y un alimento para el que se demanda, y lo merece, la consideración de Patrimonio Mundial.
Pero ni siquiera en los momentos de mayor dificultad ha sido posible establecer el consenso, ha habido manifestaciones de las organizaciones agrarias, se han sacado a la calle las pancartas y los tractores, aunque en momentos clave y de dificultad lo que se debiera ver es lo que une más que lo que separa. Por esta razón se puede afirmar que la crisis se aprovecha de la falta de unidad y de organización para empeorar sus consecuencias, aunque en gran medida estamos ante problemas de mercado, pero hay que medir la situación para reaccionar en lugar de creer que no va con nosotros y por tanto a echar balones fuera y culpar sólo a algunos de lo que probablemente es responsabilidad de todos.
Ante un panorama tan desalentador ha habido llamamientos a la unidad, incluso la Junta ha vuelto a ofrecer su estímulo, también económico, para propiciar centrales de venta que se ha convertido en un experimento bien aceptado e intencionado, aunque en la práctica, no se haya manifestado decisivo para aliviar las cargas que pesan sobre la principal riqueza de nuestra tierra, al menos de momento. La situación es complicada y lo peor es que no se atisban soluciones, como no las hay para el resto de la crisis por la que atravesamos, y a estas alturas nadie duda que hay que pagar un costo que llevará tiempo remontar, aunque esta provincia, para mantener su liderazgo y no dar pasos atrás de lo que se ha hecho bien en los últimos años, no se puede permitir el lujo de abdicar de sus responsabilidades a favor del aceite de oliva al que está obligada a mimar. Eso sí, en los momentos de dificultad, todo se vuelven obstáculos, de hecho en este momento las iras del sector olivarero se dirigen de nuevo hacia Bruselas por negar las ayudas necesarias que permitirían almacenar aceite y contribuir probablemente a la subida de los precios.
Este mar de olivos ahora en tempestad pertenece a estos andaluces de Jaén, aceituneros altivos, que dijo el poeta, que en bastantes casos saben mucho de sacrificios, si bien los olivareros a veces má que como protagonistas aparecen como figurantes. Siempre, pero más en este momento, el olivar necesita trabajar por elevar su prestigio, porque de él dependemos y de precios justos, rentables y de acuerdo con el mercado. Y además, campañas de promoción, unidad para responder a una competencia feroz, apoyo a las denominaciones de origen y a las iniciativas emprendedoras de excelentes caldos, obsesión por la conquista de nuevos mercados y presencia en las mejores cocinas ahora que se ha extendido que aceite, gastronomía y salud son una misma cosa; otra de las prioridades ha de seguir siendo la calidad, pues de ella depende el cultivo a medio y largo plazo; es necesario introducir los hábitos del aceite desde la escuela,como ya hay iniciativas que se deben imitar; tambièn hay que hacer una advertencia al sector para que tome posiciones frente a fracasos, engaños y operaciones que supusieron un revés para el aceite de oliva y la economía de Jaén, y al tiempo se tome conciencia de la importancia de la comercialización para abrir nuevas perspectivas y colocar a la producción y a toda la economía olivarera en una ventajosa coyuntura en el interior y en el exterior, y para ello el primer objetivo es la solvencia. Hay que superar las barreras que pueda tener el aceite español en Europa, y dsde luego ser imaginativos con acontecimientos como la gran expoición Tierras del Olivo, sesiones científicas, etc., como apoyo constante a una riqueza que demanda compromiso. En resumen hay que ser conscientes de que si este barco cargado de aceitunas y de aceite se hunde, naufraga toda una provincia.
La excesiva dependencia del olivar como monocultivo, base de la economía jienense, ha sido tradicionalmente un lastre, pero no porque el olivar nos estorbe, sino porque el excesivo conservadurismo no ha permitido que se le saque la rentabilidad y el provecho que potencialmente tiene. El olivarero de nuestra tierra se ha estado conformando con vender el aceite de cada campaña y, claro está, en recibir las ayudas, hoy provenientes de Europa desde que estamos en el selecto club donde no es oro todo lo que reluce. De modo que ya no sólo hay que mirar al cielo esperando la lluvia benéfica que agrande las cosechas, sino que al tiempo es preciso hacer rogativas para que en Bruselas unos políticos más o menos combativos, a través de actuaciones como la polémica OCM, hagan lo que al fin y al cabo la mentalidad jienense no ha sido capaz de vencer. Está por ver qué pasará si finalmente desaparecieran en 2013 las subvenciones europeas, aunque ya parece que se buscan alternativas para impedirlo y evitar así el trauma para el sector.
En realidad la desconfianza en nuestra propia riqueza ha sido una constante desde siempre en el discurrir de la provincia. Y se ha dejado notar prácticamente en todo aquello en lo que se ponían en juego los grandes intereses y las legítimas aspiraciones, pero en todo caso empezando por el olivar que es el emblema de la economía jienense, y mucho más que eso, un símbolo de nuestra cultura milenaria. Y el olivar define casi mejor que nada el espíritu jienense, esperar y esperar. En definitiva retrata lo que fuimos y en parte al menos lo que somos.
No se puede negar que una buena cosecha y una igual campaña representan cada año el movimiento económico que en nuestros pueblos se siente con signos de satisfacción y de gratitud hacia el árbol que produce el aceite de oliva, hoy al fin de tan alta estima y valoración en los mercados, pero no es menos cierto que muchos de los beneficios económicos que deja el aceite emigran a otras tierras y a un sector de olivareros, legítimos, claro, pero a los que sólo hay que agradecer los jornales que proporcionan, no los euros que sabe Dios dónde se invierten. Para qué aludir al valor añadido del aceite que desde hace décadas debería haber hecho a la provincia más próspera y rica de lo que es.
Dicho lo anterior sería injusto no reconocer que algunos pasos hacia adelante se han dado. La propia Expoliva es la mejor de las conquistas de los últimos años, y su trabajo costó que no nos la quitaran en una provincia cercana, Córdoba, y los protagonistas de las luchas larvadas bien que lo saben. El sector, al menos en parte, ha reaccionado ante una mayor respuesta de las distintas administraciones, como la Junta de Andalucía o la Diputación provincial, ésta última convertida en un referente de singular apoyo a la promoción del oro líquido en lo que trabaja de manera incansable desde hace muchos años.
Se ha creado un ambiente en el que se estaba propiciando que al menos los mejores o los más ambiciosos olivareros jienenses trataran de movilizarse, y el resultado es significativo porque han surgido iniciativas emprendedoras que han derivado en inversiones de las almazaras, en la presentación de los aceites, en la promoción, en tratar de que el aceite de oliva esté en los mercados y en las cocinas. No ha sido una tarea sencilla y a pesar de que el salto ha resultado gigantesco en relación con la desidia jienense y la política de negación absoluta al riesgo, hay que acelerar el ritmo porque el aceite sigue siendo como un diamante en bruto.
Por eso no podemos perder el tiempo en mirarnos el ombligo y creer que todo está hecho, que con Expoliva y cuatro cosas más, por buenas y útiles que sean, ya hemos cumplido. Si como dijo el Rey Juan Carlos en su presencia con motivo de la Asamblea del COI, hace ya unos cuantos años, “Jaén se expresa a través del olivar” hay que poner en el empeño confianza y seguridad en lo que ofrecemos, y desde luego evitar que desde otras provincias olivareras nos mojen la oreja a la hora de liderar el sector. No basta con querer ser capitalidad mundial del aceite de oliva, que queda muy bien, sino de ganárselo a pulso, con acciones como la mejora creciente de la calidad (por ejemplo ganando premios que es como mejor se demuestra) o difundiendo las bondades de nuestro aceite (¿dónde están las firmas jienenses en los anuncios por televisión, que es un gran escaparate?).
En definitiva, debido a la precariedad en la que siempre se ha desarrollado la vida de Jaén, supeditada en gran medida al olivar y sin una situación estable, lo urgente es una política de agresividad para evitar que salgan fuera nuestros recursos cuando el olivar puede reportar muchas satisfacciones, en una provincia donde un 80% se considera afectada por esta riqueza y aportamos, no se olviden los datos que sí son elocuentes, el 45% de la producción nacional y entre un 12-15% de la mundial. Casi cincuenta millones de árboles, que se dice pronto.
Suponemos que todo esto nos debe decir algo más y por tanto debe animarse el esfuerzo de las administraciones (el Mercado de Futuros es un buen logro) que tienen asignaturas pendientes como esos cheques en blanco para la comercialización que quedaron en brindis al sol, y es elemental la deseable unidad del sector y de las organizaciones agrarias que en tantas ocasiones, como ahora mismo con la que está cayendo, exhiben sonoras discrepancias que vienen a confirmar que en Jaén ni siquiera lo que nos interesa a todos concita defensa y consenso.
Siempre el partidismo y una respuesta agresiva y contundente salen al paso con sus efectos tan perniciosos. Los políticos tampoco se han hecho a la idea de que con las cosas de comer no se juega. El olivar es el sostén de nuestra economía que por lo dicho debemos cuidar y mimar. Está en nuestra retina el paisaje olivarero, ese mar de olivos que sugirió al poeta el apelativo de Plateado Jaén, y aunque se ha dicho que Jaén no es sólo olivos, y es verdad, poco bueno se puede escribir de Jaén si no somos capaces de dignificar a nuestro árbol, que es tanto como hacerlo con un modo de vida que forma parte de la herencia patrimonial. Aprendamos de quienes nos enseñaron, como Miguel Hernández: “Jaén, levántate brava… no vayas a ser esclava, con todos tus olivares, andaluces de Jaén”.
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos: ¿está nuestro aceite de oliva en peligro?
¿Está nuestro olivar y nuestro aceite de oliva en peligro? Desde luego son malos tiempos. No es la primera vez en la historia que este producto pasa por momentos de graves apuros, hay incluso rémoras crónicas, situaciones que muchos podemos recordar, sobre todo las veces que hubo que salir a la calle, una de ellas en una cita que marcó un hito, la OCM de Fischler, lo cual, teniendo en cuenta la tradición conservadora del sector, es casi un milagro. El panorama va cambiando con la lenta incorporación de una nueva mentalidad, el caso es que Jaén, en su potencia olivarera, se ha ocupado casi en exclusiva de lo básico y le ha faltado ambición y saber organizarse, por eso la crisis es más evidente. Tras la caída de precios las organizaciones agrarias han apuntado contra los centros comerciales, pero tal vez ha faltado autocrítica, ver en su caso qué no se ha hecho bien. Desde luego el perjuicio económico de esta crisis es muy preocupante y constituye un duro golpe a nuestra economía de muchos millones de euros. Al final, como casi siempre, la cara y la cruz, el sino de nuestro espectacular bosque olivarero.
Expoliva 2009, un gran escaparate y una tregua
Jaén es la capital mundial del aceite. El oro líquido que es el buen aceite, el aceite de oliva virgen extra, -ojo no confundir con otras grasas-, gana adeptos en las cocinas de todo el mundo, también por supuesto en las de nuestro país, y un buen aliciente para ello es la unanimidad de los razonamientos científicos a la hora de ponderar las bondades del zumo de la aceituna, que ya se utiliza en los laboratorios de nuestras universidades para la lucha contra algunas de las principales enfermedades de nuestro tiempo, como es el caso de algunos cánceres.
Cada dos años, Jaén recibe a representantes del sector olivarero de todo el mundo, y también de sus industrias afines, para celebrar la Feria Internacional del Aceite de Oliva, Expoliva 2009, que este año llega a su XIV edición, y que se espera con las mismas expectativas que en ocasiones precedentes, lo que está avalado por unos datos incontestables, en el sentido de que se ha conseguido llenar de contenido y es una clara respuesta del sector de que al mal tiempo se le debe poner buena cara con la intención de tratar de salir de este bache y en condiciones favorables.
Países de la Cuenca Mediterránea, como España, Portugal, Italia, Marruecos, Túnez e Israel, Francia y Alemania…, volverán a estar presentes, entre otras nacionalidades, en la Expoliva 2009. Este encuentro internacional, con carácter bienal, se celebra en el recinto ferial de Jaén, este año del 13 al 16 de mayo.
Se prevé la participación de cientos de expositores nacionales y extranjeros entre asociaciones, productores, almazaras, empresas, profesionales del sector y administraciones públicas destinadas a la promoción del aceite de oliva, el fomento del cultivo del olivar y a la presentación de los últimos avances en la producción.
La Expoliva, además, en su objetivo de proyectar la Feria y hacer que cada vez sea más aprovechada para los sectores afectados, programará misiones comerciales y hace un sitio al mundo de la cosmética elaborada con el aceite de oliva, con experiencias muy cercanas y de éxito.
En resumidas cuentas este año se pretende que la salud sea el gran reclamo del oro líquido, que hoy día tiene mucho que ver con la excelencia, en su presencia en el grandísimo escaparate de la Feria que Jaén proyecta magníficamente al mundo.
Cuando Expoliva cierre sus puertas, el olivarero irremediablemente tendrá que seguir mirando al cielo y a Europa.
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