La Audiencia Provincial de Sevilla ha condenado a nueve años de cárcel a un hombre acusado de abusar sexualmente de la hija menor de edad de su pareja sentimental durante cinco años en una vivienda de Morón de la Frontera, todo ello tras amenazarla con golpearle si contaba algo de lo que estaba ocurriendo a otras personas.
En la sentencia, consultada por Europa Press, la Sección Primera de la Audiencia Provincial condena a Diego G.M. a nueve años de prisión por un delito continuado de abusos sexuales cometido sobre una menor de 13 años y al pago de una indemnización de 25.000 euros, pues "la fijación de una cantidad inferior podría resultar afrentoso para la víctima, que pudiera percibir una sustancial rebaja como la minimización de todo lo sufrido".
El tribunal considera probado que el acusado convivió con su pareja ya fallecida y con la hija de ésta en una vivienda de Morón desde que la menor nació en 1995 y hasta el año 2010, señalando que los hechos tuvieron lugar "en fechas no determinadas" comprendidas entre 2005 y agosto de 2010.
Desde que la menor alcanzó la pubertad, entre los 10 y 11 años, el acusado entró de manera "reiterada" en el cuarto de baño cuando la menor se duchaba y en su dormitorio mientras descansaba, "haciéndole objeto de tocamientos por todo el cuerpo, los pechos y órganos genitales con las manos y la lengua, llegando a introducirle los dedos en la vagina".
El procesado, "quien reiteradamente le decía a la menor que iba a ser su novia, la conminaba además a que no contara nada, pues en caso contrario les pegaría a ella y a su madre", recoge la sentencia, que añade que el actuado "actuaba como si fuera su padre, situación de la que se aprovechó para conseguir sus propósitos".
CONDUCTA "INAPROPIADA" DEL ACUSADO
La Audiencia tiene en cuenta el testimonio prestado por la menor, que ha sido corroborado por las declaraciones de testigos presenciales "que han declarado cómo el reo tenía una conducta completamente inapropiada con la entonces menor y que esto se produjo a partir de la pubertad, lo que despertó las sospechas de una situación de abuso por la que interrogaban a la niña, que paralizada por las situaciones vividas y las circunstancias en que se produjeron, siempre las negó, para terminar revelándolas cuando ya no se hallaba bajo la posible influencia del procesado".
De este modo, un hermano de la víctima manifestó que el procesado "la sentaba encima de sus piernas y la movía, le tocaba los pechos, entraba en el baño después de que lo hiciera la menor, que luego salía pálida con ganas de llorar y llena de impotencia".
El propio acusado admitió algunos de los hechos, como por ejemplo que cuando la menor se encontraba en el baño para ducharse, él entraba para secarle la espalda porque ella así se lo solicitaba, un extremo negado por la víctima.
A todo ello se suma el informe del Equipo de Evaluación e Investigación de Casos de Abuso Sexual (Eicas), que "ha considerado como 'probablemente creíble' el testimonio prestado por la niña, en la que no han apreciado interés de venganza y sí un gran dolor".
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