El novillero Gonzalo Caballero se la jugó ante el manso que hizo cuarto y justificó con creces su inclusión en la primera novillada del abono sevillano, en la que Lama de Góngora pasó de puntillas y José Ruiz Muñoz, sobrino nieto del diestro Curro Romero, anduvo muy pendiente de sus espejos familiares.
Se lidiaron seis novillos de la casa Matilla: primero, segundo y cuarto marcados con el hierro de Hermanos García Jiménez; tercero y el sobrero que hizo sexto, con el de Olga Jiménez y quinto, con el de Peña de Francia.
Dentro del decepcionante juego global del encierro se dejó mucho -antes de rajarse- el segundo. El cuarto fue manso de solemnidad y casi todos, rajados y deslucidos.
Gonzalo Caballero, de aguamarina y oro, ovación y vuelta al ruedo tras leve petición.
Lama de Góngora, de jazmín y oro, silencio tras aviso y silencio.
José Ruiz Muñoz, de tabaco y oro, ovación y silencio.
La plaza registró dos tercios de entrada en tarde espléndida y primaveral. Dentro de las cuadrillas sobresalieron Curro Robles y Maguilla González.
MÁS RUIDO QUE NUECES
Algunos habían acudido al reclamo de la estela familiar de Curro Romero, tío abuelo del tercer novillero del cartel. Otros seguían profesando la fe en Lama de Góngora pero el único que dio el paso de verdad y justificó su inclusión en la primera novillada del abono que servirá de nexo con el ciclo continuado de festejos fue el madrileño Gonzalo Caballero, que debutó en este mismo ruedo hace dos temporadas.
Caballero se había esforzado de verdad con el primer novillo de la tarde, un animal que le echaba la cara por encima del palillo por el lado derecho pero que no consiguió desanimar a su matador.
Gonzalo gustó y se gustó toreando al natural antes de jugársela por completo en un toma y daca metido entre los pitones y pasándose el utrero por la espalda.
A pesar de todo le sobraron las bernardinas finales, que estuvieron a punto de costarle un disgusto. Una estocada trasera dio paso a una ovación aunque el madrileño aún guardaba fuelle. Seguramente dio lo mejor de sí mismo con el mansísimo cuarto, al que planteó toda la faena en los terrenos de su querencia entregándose por completo, apostando de verdad en cada embroque.
La sincera labor de Gonzalo Caballero, que también extrajo algún muletazo de excelente corte, fue rematada por una estocada soltando la muleta que habría merecido la oreja que no le pidieron. En cualquier caso, ha dado un paso cualitativo que merece ser tenido en cuenta.
Lama de Góngora no logró acoplarse con el único novillo verdaderamente potable de la tarde, que fue el segundo. Es cierto que duró poco, pero en las arrancadas que brindó antes de rajarse se abrió con importancia. Sí logró cogerle el aire al natural pero tuvo en la mano una oportunidad que se llevó el viento. Con el quinto, un animal tan aplomado como rajado, poco había que hacer.
También llevó a no pocos parroquianos el sobrino nieto de Curro Romero, que dio lo mejor de sí mismo recibiendo con el capote al tercero de la tarde. Con la muleta no pasó de detalles, excesivamente pendiente del poderoso modelo familiar. El sexto, un sobrero manso que navegó a su aire, evidenció el verdor de su condición de debutante.
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