La mujer de Luis Bárcenas ha asegurado este miércoles ante el juez que el falso cura que supuestamente les retuvo hace medio año en su casa con una pistola le reveló que "alguien le había mandado a por los 'pendrives' de su marido con el objetivo de derrocar al Gobierno".
En el juicio que hoy ha comenzado por estos hechos en la Audiencia Provincial de Madrid, Iglesias ha relatado que el día de los hechos se encontraba junto a su hijo y su criada Victoria. Entonces, sobre las 15.45 horas sonó el telefonillo de la puerta y una persona que dijo ser un sacerdote señaló que venía de parte del Obispado para un tema de Instituciones Penitenciarias.
"La puerta la abrió Victoria y yo le dije que le atendiese ella, que yo me encontraba mal. Le abrió la puerta principal y él insistió en verme porque tenía un cuestionario para tratar la libertad condicional de mi marido", ha afirmado.
Rosalía se incorporó y se fueron al salón, donde ambos estuvieron charlando unos minutos. "Me comentó que él intervenía en este tipo de casos, que cuando un preso iba a salir en libertad solía mirar su entorno. Insistió en que saber cuántas personas había en la casa y que nos sentáramos todos para hablar", ha continuado.
Entonces, la criada acudió al salón, al igual que Guillermo Bárcenas que estaba en otra habitación con el ordenador. "Empezó entablando una conversación de lo más coherente, perfectamente hilada, sobre la política y la justicia. Sabía perfectamente bien lo que decía en el contexto de una conversación que transcurrió tranquilamente. Me dijo que el juez quería ponerlo en libertad a mi marido", ha manifestado Rosalía.
También ha apuntado que el falso cura habló con la criada, interesándose "muy amablemente" por su país natal y comentando que él había viajado mucho. "Luego vi que se sabía toda la vida de mi hijo y lo que estaba estudiando en Nueva York", ha precisado.
"SE ACABÓ EL TEATRO"
La mujer de Bárcenas ha explicado que tras 20 minutos de charla y un cigarro de por medio, el procesado dijo que iba a coger una pastilla para la acidez de su maletín, pero que en realidad agarró una pistola. "Se ha acabado el teatro. Yo no soy sacerdote y he venido aquí por lo que sé que tienen", dijo.
"Entonces pensé que lo que temía estaba ocurriendo y que tenía que salvar a Guillermo y a Victoria. Me enfrenté a él de una manera temeraria y le dije que cómo se atrevía a vestirse de sacerdote para entrar a mi casa, a lo que él respondía que era la única forma que tenía para hacerlo. Le pregunto quién le había mandado. Mi hijo, que es una persona valiente, me decía que me callara", ha relatado Iglesias.
A continuación, siguiendo su relato, el falso sacerdote le gritó que el arma funcionaba correctamente y que "sólo tenía que apretar el gatillo". "Repitió que él había venido a recoger unos pendrives y una serie de información para derrocar al Gobierno. Aseguró que él que le había mandado a su casa sabía que esa información estaba allí. Yo le dije que no tenía nada de eso, pero él respondió que la Policía no habían hecho registro de la casa, y que no me hiciera la tonta porque si no me daba un tiro", ha manifestado.
"Dijo que su plan era llevarse los pendrives y luego escapar a la embajada del Perú --que está en el edificio anexo a la casa de Bárcenas-- saltando la azotea, algo que se puede hacer perfectamente porque hay un poyete. Yo lo he saltado. Eso se lo tenían que haber explicado. A nosotros los porteros de la finca nos llegaron a decir que podían salir por allí para evitar a los periodistas", ha revelado en el juicio.
Después de que Guillermo le pidiera de nuevo que fuera razonable y que bajara la pistola, el procesado amenazó con pegarle un tiro si no se tiraba al suelo. Cuando lo hizo le ató las manos por detrás con una bridas que llevaba en el maletín. Lo mismo hizo luego con la madre y la criada. "Pasaba del culetazo al tiró continuamente", ha señalado la mujer de Bárcenas.
En ese momento, llamó a la puerta del domicilio una amiga de Rosalía con la que había quedado a las 17 horas. "Le pedí que por favor que no entrase esa persona en la casa. Entonces, me dijo que tenía que hablar a través de la puerta, pero si le decía la más mínima palabra le pegaba un tiro a mi hijo, al que estaba encañonando. Le respondí que no se preocupara, por lo que le dije a mi amiga que no podía atenderla y que se fuera porque tenía una reunión", ha desvelado Iglesias.
Siguiendo su versión, pidió al procesado que diera una pastilla a su asistenta, ya que se encontraba en un grave estado nervioso y tenía la tensión muy alta. "Le pedí que le aflojara las bridas, que le estaban cortando las manos, que ella no tenía nada que ver con esto. Él mismo era consciente de que Victoria estaba mal y por eso los tres nos fuimos a la cocina a por una pastilla. Cogió mi bolso y me lo vació, destacando que viera lo poco que le importaba dejar sus huellas", ha añadido.
"SOY SOCIALISTA Y A LA CRIADA NO LE VA A PASAR NADA"
Ya en la cocina, le conminó a aflojar las ataduras a la criada y, tras un intento, a final las rompió enteras con un cuchillo. "Entonces, él dijo que era socialista y que a Victoria no le iba a matar. Afirmó que él ha viajado, que había estado en la guerrilla, que tres muertos más no le iban a pesar", ha recordado Iglesias.
Mientras, veía a su hijo "pálido, con los labios blancos, diciendo que hiciera todo lo que él mandara sin cuestionar nada". "Pero yo intentaba aflojarme las bridas. Me amenazó varias veces por pegarme un tiro porque se dio cuenta", ha agregado.
Momentos más tarde, sonó nuevamente el telefonillo de la casa. Era el frutero, que quería subir. Sin embargo, tras encañonarla de nuevo, Rosalía pidió al tendero que no lo hiciera. "A partir de ahí noté que las cosas se estaban complicando. Cada vez estaba más grosero, más violento y amenazante", ha apuntado.
"Luego nos llevó al despacho de mi marido y nos dijo que esto se había acabado, que se iba con tres muertos. Por primera vez temí con nuestra vida. Los tres tuvimos la misma impresión de que era el final, según hablé luego con ellos", ha señalado la mujer de Bárcenas, que ha repetido tres veces en su narración el sufrimiento que ha vivido en los últimos meses.
Fue en ese momento, tal y como ha detallado, cuando Guillermo "en un milagro rompió las bridas y en fracciones de segundo saltó sobre él, le dio un cabezazo y se tiró encima de él". "En ese momento lo que le daba miedo era saber cuánto tiempo así le podía retener mi hijo. Lo primero que hice fue decirle a Victoria que cogiera la pistola y avisase al a Policía. Yo me fui corriendo al salón y me puse a gritar por la ventana", ha descrito.
Minutos después llegó a la casa Sergio, un amigo de la familia que había trabajado para Luis Bárcenas y más tarde la Policía y los sanitarios, que consiguieron reducir definitivamente al falso cura. "En ese momento, cuando estaba en el suelo detenido, como estaba tan furiosa, le quise pegar. Yo no le vi ni descompuesto ni exaltado. Si ese pierdo a mi hijo también pierdo a mi marido y ahí se acaba todo", ha confesado.
OTRAS DECLARACIONES
Hoy también han declarado la criada, que entre lágrimas ha destacado que el procesado les amenazó en varias ocasiones con matarles a los tres y que no sospechó que no era cura hasta que sacó la pistola. "Incluso me preguntó que si iba mucho a misa", ha indicado. Victoria ha contado que una vez pudo huir de la casa acudió a un bar, donde dejó a el arma a un camarero. Luego, se escondió en la cocina de dicho bar, "asustada de que aquel pudiera bajar a por ella".
En la vista también han declarado tres de los policías que acudieron al lugar y Sergio, quienes han confirmado lo antes dicho por la esposa del extesorero del PP. Guillermo ha excusado su presencia aportando un informe médico.
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