La tribuna de Viva Sevilla

Suárez y Andalucía

Después de la desastrosa campaña y peores resultados de las elecciones parciales al Senado por Sevilla, Suárez comprendió que era necesario encontrar una solución urgente a un error que no fue sólo suyo.

Ante la muerte del presidente Suárez, las diversas opiniones manifestadas por quienes le conocieron han ofrecido una imagen poliédrica de los contornos de su personalidad y de su trayectoria política.

Quisiera, modestamente, aportar alguna referencia a los breves e intensos años en los que Andalucía formó parte de sus preocupaciones y decisiones.


He de reconocer que ni voté en el referéndum para la reforma política ni voté a Suárez en las elecciones del 77.


Sin embargo, muy pronto hubimos de reconocer que, pese a sus orígenes, Suárez estaba haciendo un valioso y valiente esfuerzo por lograr el restablecimiento de la democracia en España.
Y en julio de 1980 me encontré elegido como secretario general de UCD en Andalucía después del desastre del 28F, que dejó al partido deshecho. Mi posición crítica con la abstención preconizada por el Gobierno supongo que justificó el encargo que recibí.


Oí por primera vez la voz de Suárez cuando me llamó para desearme suerte en la difícil tarea de reconstruir el partido. A partir de ese momento, viví con una intensidad enorme los meses que siguieron hasta que se resolvió el problema legal y político generado por el resultado del referéndum del 28F.


De todo ello han escrito personas más cualificadas que yo y forma ya parte de la historia reciente de Andalucía. No obstante, me referiré a algún episodio poco conocido.


Después de la desastrosa campaña y peores resultados de las elecciones parciales al Senado por Sevilla, Suárez comprendió que era necesario encontrar una solución urgente a un error que no fue sólo suyo. En honor a la verdad, voces importantes del Gobierno, especialmente Martín Villa, le habían llevado a esa decisión, gravísimamente lesiva para Andalucía.


Después de conversaciones cruzadas con la oposición, dispusimos de una fórmula para desbloquear el proceso. Y una tarde de octubre, con todo en alfileres, Suárez nos convocó en la Moncloa al presidente Escuredo y a los secretarios generales de los partidos con representación parlamentaria en Andalucía.


Avanzada la noche, pasamos a la sala del Consejo de Ministros Escuredo, Borbolla, Soto, Arredonda y yo. Suárez nos dijo que acababa de despedirse de Rojas Marcos, cuyo papel en todo este asunto daría para otra reflexión.


Suárez, con ojeras, aspecto cansado y amable, acompañado solamente por Martín Villa, nos dijo: “hemos cometido un error pensando en los intereses de España. Lo hemos pagado duramente en las urnas y mi propósito es rectificarlo ahora”.


Martín Villa explicó la solución posible. Suárez abrió un turno de palabras que usamos para certificar el acuerdo.


Al despedirnos, en la puerta le dijo a Escuredo: “lo hemos resuelto, no les vendamos más frustraciones a los andaluces”.


No le volví a ver hasta que le saludé brevemente en el Congreso, el 23F. Iba camino de la historia.
Descanse en paz un político valioso, honrado y una persona cabal.
Que permanezca en nuestra memoria.

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