Dicho y hecho. El alcalde anunciaba hace unos días la renuncia a Jabalcuz y se ha certificado en pleno. No es una sorpresa porque se trata de una política marca de la casa, que ya ha tenido anteriores ejemplos con el tranvía o la dependencia, el equipo de gobierno adopta el camino más fácil, se declara incapaz, se lava las manos y traspasa la responsabilidad a otra administración, en este caso la Junta, que se ha convertido en la obsesión municipal en este mandato. Si todos los ayuntamientos para los asuntos que no tienen capacidad de gestionar hicieran lo que se ha empezado a hacer en Jaén se produciría una catástrofe, y lo lógico por todo lo que está pasando es pensar dónde saltará la próxima sorpresa, de qué se va a seguir desprendiendo el Ayuntamiento. Si Jabalcuz hubiera tenido la suerte de encontrarse en otro lugar que respetara más que Jaén al patrimonio ni estaría tan abandonado ni a ningún alcalde se le hubiera ocurrido este desaire, ni la propia sociedad se lo hubiera permitido. No hay dinero en el Ayuntamiento para Jabalcuz, hasta ahí se entiende, pero hay fórmulas para salvarlo, entre ellas llamar a las puertas del Gobierno de la nación y pedirle una escuela taller permanente para tan singular paraje. Pero Jabalcuz está en Jaén, y Jaén no pinta nada para las administraciones, para ninguna (no esperamos que la Junta obre ningún milagro), que por el contrario se ceban con los pueblos menos exigentes y más acomodaticios, que pase lo que pase nunca crean problemas. Esta es una consecuencia más de la mediocridad de la política y de la falta de empuje social. Pues eso, réquiem por Jabalcuz.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es