Sevilla

La luz del arte islámico en Sevilla

La luz del arte islámico en Sevilla la proporciona la extraordinaria exposición ‘Luz, Nur. La luz en el arte y la ciencia del mundo islámico’, que se muestra en el Hospital de los Venerables

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En estos días la luz del arte islámico en Sevilla la proporciona la extraordinaria exposición Luz, Nur. La luz en el arte y la ciencia del mundo islámico, patrocinada por la Fundación Focus-Abengoa, que se exhibe en su sede del Hospital de los Venerables Sacerdotes desde el 26 de octubre de este año hasta el 9 de febrero de 2014 y que en la primavera del próximo año será contemplada por los norteamericanos en el Dallas Museum of Art de la ciudad de Dallas en Texas. A través de diez documentadas secciones se pretende desvelar ese brillo y esplendor que admiramos siempre en el arte islámico, deslumbrándonos con sus cegadores reflejos. Y asimismo en la ciencia ya que ésta se ayudó en todo momento del arte para demostrar sus principios.

La luz no sólo representa un principio físico que crea formas y colores sino también metafísico y, en ese sentido, lo concibe el artista islámico en lo que un historiador del arte denominó alquimia de la luz. La comisaria de la muestra, la tunecina Sabiha Al-Khemir, que ya intervino notablemente en la exposición Al-Andalus. Las artes de la España islámica celebrada en Granada y Nueva York en 1992, ha sabido comunicar la proverbial belleza del arte y la ciencia del Islam a través de cerca de 200 objetos difíciles de ver conjuntamente dadas sus muy diversas y alejadas procedencias.

Comenzando por la definición del concepto Nur, Luz en las tres religiones del libro sagrado del profeta Mahoma se explica su significado en función de una imagen persa de Jesús como “luz del mundo” con el texto del libro escrito en árabe; una lámpara para la celebración de la Hanukkah, fiesta que recuerda las ocho luces que iluminaron milagrosamente durante ocho días el sancta sanctorum del templo de Jerusalén; y una lámpara de mezquita egipcia que transcribe el versículo o aleya 35 de la sura o capítulo 24 del Corán: “Dios es la luz de los cielos y de la Tierra. Su Luz es como un nicho en el que hay una lámpara. La lámpara está dentro de un vidrio, el vidrio es como una estrella rutilante”.

El arte y la ciencia
A partir de este prólogo introductorio y explicativo del concepto Nur, la exposición se desarrolla en una primera parte dedicada al arte en la planta alta y una segunda parte referida la ciencia en la planta baja. En primer lugar, como corresponde al Kitab Allah o libro sagrado podemos deleitarnos con la rara belleza de las páginas del Corán azul, procedente de la biblioteca de la gran mezquita de Kairuán, y en el que los caracteres cúficos de oro resaltan rutilantes y armónicos como estrellas en el azul del cielo en su fondo añil oscuro, proporcionándole una auténtica dimensión cósmica.

Junto a él se contemplan diversos coranes y códices iluminados pertenecientes a distintas dinastías del Islam.

La siguiente sección se ocupa de los metales y del difícil arte de la ataujía o incrustación del hilo de oro o plata en el cuerpo de metales menos nobles formando figuras humanas o animales y epígrafes que, en realidad, eso significa el término árabe atauxia o figura, que nosotros conocemos también como damasquinado. Candeleros, jarros, recipientes y preciosos tinteros, uno de ellos con los signos del Zodíaco y espléndidos caracteres nesjíes animados ya que las letras terminan en sonrientes rostros humanos, establecen con esta técnica un contraste luminoso en objetos que constituyen obras maestras del arte heredero de los califatos rivales en los siglos XIII, XIV y XV.

Vidrio y cerámica
El vidrio translúcido de una botella decorada con escenas cristianas nos habla de la interculturalidad existente en Siria en el momento de las Cruzadas del mismo modo que ocho escaques de ajedrez de cristal de roca egipcio, elaborados por la dinastía fatimí y procedentes del museo episcopal de Orense, nos hablan del origen oriental de ciertos juegos europeos. Por otro lado, la copa de jade y rubíes del gran mecenas que fue Yahangir expresa la debilidad de este emperador de la India de los mogoles por la talla del jade en el primer tercio del siglo XVII.

Finalmente, la sección consagrada a la cerámica de reflejos metálicos presenta ejemplares extraordinarios de la mejor cerámica abbasí y fatimí, usada esta última, a veces, para decorar las fachadas de las iglesias románicas de Pisa y Lucca, entre otras tantas localidades italianas, destacando también un cuenco persa del siglo XIII, con una corona de versos eróticos dignos de Omar Khayyan.

La planta baja dedicada a la ciencia comienza con una serie de manuscritos ilustrados de Medicina entre los que destacan los de la Materia Medica de Dioscórides, el Canon de Avicena, y el tratado de cirugía de Al-Zahrawi, conocido en Occidente como Abulcasis, famoso cirujano de Al-Hakan II en Madinat al-Zahra, cuyo manuscrito describe unos doscientos instrumentos y diversas técnicas quirúrgicas medievales además de la farmacología pertinente, traducido al latín en 1187 y necesaria obra de consulta en las universidades europeas de la época. Su curiosidad era tal que escribió también sobre las que llamó “medicinas de la belleza” o cosméticos.

Mecanismos ingeniosos
A continuación, los libros de mecanismos ingeniosos algunos de los cuales datan del sibarítico Bagdad del siglo IX, aunque los veamos en versiones del siglo XIII. El primero, el de los hermanos Banu-Musa que trabajaban como profesores de la Bayt al-Hikma o “Casa de la Sabiduría” y en el observatorio de Bagdad, creando autómatas para entretenimiento y diversión de la corte cuando no piezas magníficas de ingeniería como la lámpara con memoria mecánica capaz de recortar la propia mecha. Otro famoso tratado es el Libro de los ingeniosos dispositivos mecánicos del gran matemático e ingeniero Al-Jazari, donde vemos un reloj de agua en forma de barco que cuando se hunde empuja el aire hacia la cabeza de un flautista haciendo que suene y sirva de despertador.

Asimismo podemos contemplar un astrolabio planisférico obra del astrónomo e inventor Ahmad ibn Husayn ibn Baso de una famosa familia de relojeros de la mezquita aljama de Granada, fechado en 1265. Sin embargo, siendo únicas las maravillas contempladas, la obra maestra de esta sección la constituye El libro de las estrellas fijas de Al-Sufi, astrónomo de la corte de Bagdad en el siglo X, cuya copia realizada por su hijo en el siglo siguiente es el manuscrito ilustrado más antiguo del mundo islámico, que se conserva en la Bodleian Library de la Universidad de Oxford.

Geometría y estrellas
Fragmentos de la techumbre policromada de un mausoleo marroquí, muebles, puertas, paneles cerámicos, celosías de mármol, y tejidos nazaríes en los que impera la geometría de la luz a través de la radiante rueda de lazo de origen almohade cuyo centro siempre es una estrella, nos recuerdan las palabras del filósofo Gadamer cuando decía: “Las estrellas representan la pureza de las leyes y proporciones matemáticas que constituyen el orden del cielo”.

La categoría de la exposición que hemos glosado la haría digna de ser visitada por todos los sevillanos. El pueblo sevillano tan sensible al arte mudéjar debería ser más sensible aún al arte islámico. Parece absurdo interesarse por los hijos ignorando a los padres y a los abuelos y todo el árbol genealógico. Si la exposición fuera de pintura barroca sevillana, sobre el joven Murillo, el maduro Valdés o el viejo Zurbarán la afluencia de público sería tal que la cola llegaría desde la plaza de los Venerables hasta la plaza de la Giralda. No es así. Por tanto, el interés sevillano por el arte mudéjar ¿es real o solo aparente? ¿es auténtico o mera apariencia?  ¿afición o burda tendencia nacionalista?

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