Andalucía

Verdad, un derecho y un deber

El derecho humano a la verdad es también un deber público de memoria ante el relato falseado del franquismo

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  • Diego Valderas -

Todos los regímenes autoritarios se han caracterizado  por intentar ocultar la realidad de sus acciones represivas y por tergiversar el relato histórico de su propia existencia, intentando crear entre la ciudadanía una memoria colectiva falseada de su propio pasado, que entre otras cosas facilite la impunidad de los responsables de violaciones masivas de los derechos humanos. La larga dictadura franquista surgida tras el golpe de estado y la guerra civil contra la Segunda República no fue una excepción a esta regla histórica, de modo que durante 40 años se han combinado el silencio surgido del miedo y la construcción desde el poder de mitos falseadores y justificativos del origen y las prácticas dictatoriales. 

La Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucia se crea como fruto del pacto de gobierno entre PSOE e Izquierda Unida tras las últimas elecciones autonómicas, integrada en la Consejería de Administración Local y Relaciones Institucionales que dirige el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Diego Valderas.

Uno de sus objetivos fundamentales consiste precisamente en responder al Derecho a la Verdad sobre el periodo que va desde el inicio de la Segunda República hasta el final de la Transición democrática, entendiendo que este derecho a conocer la verdad no es solo para las víctimas directas de la dictadura, sino que se extiende al conjunto de la ciudadanía, tal y como lo expresa el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al afirmar que “la búsqueda de la verdad histórica forma parte integrante de la libertad de expresión” y al instar a los países europeos a  “debatir su propia historia de forma abierta e imparcial”. De este modo, el derecho de las víctimas y de la ciudadanía a la verdad se traduce en deber de memoria para los poderes públicos, que han de facilitar la búsqueda y la difusión de la verdad en aras de su incorporación en la memoria colectiva de andaluces y andaluzas.

Cumpliendo con este deber de memoria, la DGMD desarrolla tres líneas de actuaciones concretas, bien mediante intervenciones directas o apoyando mediante una política de modestas subvenciones a los numerosos e interesantes proyectos que presentan los foros y asociaciones memorialistas de Andalucia, auténtica columna vertebral del potente movimiento social en pro de los derechos de verdad, justicia y reparación para las víctimas del franquismo.

El primer paso para construir el relato democrático de lo que supuso el franquismo para el pueblo andaluz consiste en propiciar una investigación veraz y rigurosa del periodo, que constituya una base irrefutable, cimentada en miles de testimonios orales, en el paciente desenterramiento de la verdad oculta en archivos militares y locales, en registros, en libros de cementerios…sin olvidar las evidencias materiales de las fosas comunes, cuya sola presencia constituye el mejor alegato historiográfico sobre la esencia criminal del régimen franquista. Gracias al esfuerzo sostenido y muchas veces anónimo de muchos historiadores este imprescindible trabajo se viene realizando con éxito desde hace décadas en el marco local y provincial, y para fortalecerlo ponemos todo nuestro apoyo político y material desde la Dirección General.

Pero no basta con la investigación y publicación de las historias reales sobre el franquismo. Es preciso darla a conocer a las nuevas generaciones que aun ignoran que sufrimos una de las peores dictaduras de Europa, y, además divulgar y socializar el relato democrático de nuestro pasado reciente, incluyendo no solo los actos de violencia y represión, sino también la larga epopeya de resistencia democrática protagonizada por sectores populares y obreros, que finalmente consiguió instaurar las libertades tras la muerte del dictador.

Llegar a las nuevas generaciones supone introducir la memoria histórica democrática en las aulas, no como una asignatura diferenciada, sino incorporando sus valores sociales y contenidos científicos en los programas y en las prácticas educativas de áreas y materias ya existentes, como Conocimiento del Medio en Primaria o Historia de Europa e Historia de España en Secundaria y Bachillerato.  Se trata en definitiva de llevar a cabo una actualización de contenidos que incluya lo mucho que se ha avanzado en las últimas décadas en la investigación del periodo franquista, y que además propicie la construcción en el aula de los valores democráticos y la defensa activa de los derechos humanos, ya que todo esto forma parte sustantiva de lo que supone la memoria democrática, como dimensión educadora. En esta línea, desde la Dirección General impulsamos la elaboración de recursos y unidades didácticas sobre la Segunda República, la Dictadura y la Transición que presenten a los alumnos y alumnas andaluces un relato histórico motivador, veraz y científicamente fundamentado al mismo tiempo que comprometido con la construcción de actitudes y comportamientos democráticos.

Además de investigar, hacer historia y llevar a las aulas la memoria democrática, la construcción de una memoria colectiva democrática, en el sentido que expresa el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, requiere también de la presencia en los espacios públicos de símbolos y elementos materiales que rememoren y reparen de modo permanente la memoria de las víctimas y el recuerdo de actos de resistencia popular, y que ofrezcan a la ciudadanía información relevante e incontestable sobre el contexto histórico en el que se producen los hechos rememorados. Para conseguir este objetivo, desde la Dirección General de Memoria Democrática está comprometida en la catalogación y posterior señalización de Lugares de Memoria, que actúan como hitos espaciales de recuerdo y homenaje a las víctimas del franquismo.

Entre ellos, recordamos aquí por su especial fuerza simbólica, el monolito que se levanta ante la casa de Blas Infante en Coria del Rio, de la que fue sacado para ser asesinado como tantos miles de andaluces en los primeros días del golpe militar, o los que recuerdan la vida arrebatada a centenares de mineros en la fosa común del cementerio de Nerva, el heroico compromiso del médico canadiense Norman Bethune con las familias que huían de la Málaga asolada por el fascismo italoespañol y que puede verse en el Peñón del Cuervo del Rincón de la Victoria, o el texto que recuerda a los miles de asesinados por el franquismo que yacen en las fosas del cementerio de Granada.

Cuando es un territorio más extenso el que posee un relevante significado memorialista, puede establecerse un Sendero de Memoria, que vaya hilando en un itinerario diferentes paradas e hitos rememorativos. Estos senderos están asociados normalmente a la lucha guerrillera en las sierras andaluzas o a las trincheras y búnkeres de los frentes de guerra, con lo que su recorrido puede integrar, junto al sentido memorialista, aspectos relacionados con los valores paisajísticos, etnográficos o medioambientales del territorio. Buenos ejemplos de lo dicho son el sendero de memoria de la guerrilla antifranquista en la sierra de Córdoba, que se encuentra panelizado en las proximidades de la capital, a partir de la aldea de Santa María de Trassierra, o el actualmente en proyecto de la ruta del Acebuchal a Cerro Morisco en Sierra Almijara de Málaga, lugar de fuerte presencia guerrillera hasta entrados los años 50.

Todas estas iniciativas tienen un común y único objetivo: Construir la verdad histórica de lo que supuso el franquismo como sustento y base de la memoria democrática de nuestro pueblo, de modo que puedan cerrarse para siempre todas las heridas abiertas desde el golpe de estado contra la República y, en consecuencia, se fortalezca y consolide la convivencia democrática  y los valores de paz, equidad y libertad que le son propios.

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