Notas de un lector

Alberto Blanco, hacia el mediodía

La amplia obra del poeta mexicano Alberto Blanco (1951), está formada por más de treinta poemarios, traducciones, ensayos, libros para niños… Además, su filiación como artista visual, ha hecho que su quehacer haya traspasado fronteras hasta alcanzar renombre internacional.

La amplia obra del poeta mexicano Alberto Blanco (1951), está formada por más de treinta poemarios, traducciones, ensayos, libros para niños… Además, su filiación como artista visual, ha hecho que su quehacer haya traspasado fronteras hasta alcanzar renombre internacional.
Ahora, la editorial Pre-Textos, acaba de editar “Hacia el mediodía”, una antología donde se recoge una extensa muestra de su poesía. Los textos que la integran, están tomados de los dos volúmenes que publicase años atrás el Fondo de Cultura Económica, “El corazón del instante” (1998) y “La hora y la neblina” (2005), y que incluían doce poemarios cada uno.

     “La patria del poeta es la palabra/ y sus extensos dominios una página en blanco./ Es allí que aparecen todos sus seres queridos/ humanos, plantas, piedras y animales”, escribe Alberto Blanco. Y  estas páginas que acompañan su decir, son sin duda claro ejemplo de los paisajes y protagonistas que acompañan de manera más íntima su lírico acontecer. Porque su poesía es un alba de sentimientos, un fulgor de remembranzas, un escenario de años cumplidos pero presentes, un corazón de ida y vuelta, un país de ardida luz amatoria: “El sol/ no sale/ cuando nosotros/ queremos./ El sol/ sólo sale/ cuando/ nos queremos”.

     En el personal universo del autor mexicano caben mariposas parpadeando entre las flores, una luna que surge como concha de azúcar entre las aguas saladas, la celebración y la ausencia del yo, un mar con olas que no es sino un lujo del lenguaje…, y otro montón más de sugeridoras metáforas, de emotivas miradas, de hondos pensamientos, que se anudan con firmeza al pulso lector y lo enfrentan con la certidumbre de un poeta comprometido.
Y a sabiendas de la responsabilidad que el escritor tiene consigo mismo y con sus potenciales lectores, Alberto Blanco dedica un excelente texto a la fuerza que debe tener “Un buen poema”, el cual, además, debe aguantar de todo: “malas traducciones,/ errores de ortografía, erratas (…) internet/ manifiestos/ revoluciones/ malos gobiernos/ conversaciones de café,/ confesiones de media noche/ días con sol, días nublados,/ buenas criticas,/ malas críticas,/ cero críticas”.

     Hay en este florilegio un breve, hermoso y misterioso poema, “Caballo a la luz de la luna” -apenas doce versos-, en el que se cuenta cómo un caballo escapado del circo, se adentra en los ojos de su hija y se pone a dar vueltas alrededor del iris. Anota Blanco: “Desde entonces mi hija siente un anhelo/ de llanuras de pasto y colinas verdes”… Su poema trae a mi memoria la alusión que Wallis Budget hace en su libro “Amulets and Talismans” en relación con la creencia de que “el hombrecillo del ojo”, o la figura que se ve en la pupila, puede salir de un hombre y penetrar en otra persona, perjudicándola. No es el caso del caballo de Blanco, aunque eso sí, es capaz de hacer correr por las mejillas de la niña “agua triste”.

     Una compilación, al cabo, que reúne y resume de forma certera una obra rigurosa, para aspirar como “un perfume de niebla/ después de la lluvia”.

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