Hablillas

El viaje del héroe

Esta novela es, según sus palabras, el retrato de los héroes anónimos que nos rodean, los que se enfrentan a diario a la vida.

Muchas veces escribimos sobre los libros leídos pero muy pocas sobre los que están por leer. La razón lógica concluye en el desconocimiento del argumento y aunque el título vaya más allá de la sugerencia uno no se aventura a coger la pluma, transformada por la modernidad en teclado, y anotar para transmitir esa sensación inigualable de curiosidad que motiva, que despierta la presentación de, en este caso, la novela que titula la hablilla de hoy.

Y es que la lectura es un viaje por el mundo particular que crea un autor expresamente para el lector que decide hacerse con su trabajo, viendo al protagonista como un héroe, autor, hacedor o ejecutor de una hazaña admirable según se desarrolla el argumento, según se va moviendo por él. El lector disfruta, padece, piensa, reflexiona, acepta y rechaza como si estuviera dentro de la piel del personaje principal, como si fuera él mismo, formando parte del entorno, viendo la imagen retratada a través del lenguaje. Sin embargo leemos de distinta manera cuando conocemos al artífice del milagro, cuando a él nos une la amistad, como el caso que nos ocupa.

Cuando esta hablilla ocupe su lugar en la página del periódico ya se habrá presentado El viaje del héroe, de Paco Ramos Torrejón, amigo y compañero del Club de Letras. Con dos obras publicadas, acogidas muy bien por el público, nos trae este nuevo trabajo cargado de emoción y con la ilusión puesta en verla atrapada en las manos del público, en las manos ausentes, en las manos anónimas, lejanas, entusiasmadas por ayudar a los ojos a devorarla, digerirla, saborearla y vampirizarla. Si con El fontanero del mar y Onironáutico ha demostrado su conocimiento del relato y del “microrrelato versificado” –si me permites, Paco, el término- con El viaje del héroe da el salto a la novela, le dicen en sus entrevistas. Evidentemente se trata de un cambio de registro que demuestra el afán, la capacidad de trabajo del autor.

Esta novela es, según sus palabras, el retrato de los héroes anónimos que nos rodean, los que se enfrentan a diario a la vida. Y es la vida el alimento básico de la literatura, un alimento que se nos da mucho antes de que sepamos leer. Los cuentos nos abrieron alas de la imaginación, la lectura la nutrió, la escritura nos permitió dar vida a lo que inventábamos con palabras, palabras impresas en el libro de lectura del colegio, donde aprendimos a conocer, utilizar y disfrutar del diccionario, el libro que fue ampliando nuestro campo semántico, que nos ayudaba con los análisis morfológicos, con los ejercicios de búsqueda, aquellos que siempre estaban al final de la página, antes del de redacción. Y esas palabras se nos fueron quedando en la memoria, se fueron asentando para ir saliendo poco a poco, llenando alegremente los silencios de las tardes sin clase y los de las noches, cálidas y recordadas noches de la infancia en las que el rezo de las “cuatro esquinitas tiene mi cama” se apresuraba para continuar con las aventuras de Los cinco. Libros que alimentaron nuestro crecimiento interior, que nos enseñaron a ser selectivos, que motivaron a escribir otras historias con rigor, amenidad y verosimilitud, historias que nacieron de la acción y el efecto de mirar la vida.

Cuando estas líneas vean la luz, mis manos habrán pasado algunas páginas del Viaje del héroe, me habré integrado en esta mágica aventura a través de la portada que rezuma tanta tranquilidad, una vereda rodeada de verdor y silencio que invita a recorrerla.
Enhorabuena, Paco.

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