Córdoba

La Necrópolis Judía de Lucena: Lugar sagrado y oportunidad turística única

Es esa escuela la base sobre la que se asentaba la comunidad judía en Lucena, y sus rabinos los que ordenaban los rituales mortuorios de la necrópolis judía, según ha explicado a Efe el arquitecto municipal, Daniel Botella

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  • Estreno. -

La "Perla de Sefarad", tal y como se conoce en el mundo hebreo al municipio cordobés de Lucena, abrirá mañana, con motivo de las Jornadas Mundiales del Mundo Judío, las puertas de su Necrópolis Judía, un espacio que combina el interés turístico y el respeto religioso.

Descubierta en 2006 durante la construcción de la Ronda Norte del municipio, esta necrópolis es una de las mayores de España, y ha suscitado interés en la comunidad hebrea internacional, que tiene en alta estima a este municipio, cuyo nombre hebraico es Eli Ossana -"Dios Nos Salve"-, y está considerado como cuna de una importante escuela talmúdica.

Es esa escuela la base sobre la que se asentaba la comunidad judía en Lucena, y sus rabinos los que ordenaban los rituales mortuorios de la necrópolis judía, según ha explicado a Efe el arquitecto municipal, Daniel Botella.

Botella considera este camposanto "un sitio histórico para la historia de Al Andalus", puesto que en él se ha descubierto una de las únicas cuatro lápidas judías que existen en la región, y 347 fosas, en las que se encontraron restos de 117 personas que permitieron realizar estudios antropológicos muy relevantes.

Se trata de un cementerio construido en la época de mayor apogeo de la cultura hebraica en Lucena (siglos X y XI), cuando las comunidades de Granada y Córdoba cayeron, lo que provocó que muchos pensadores acudieran a la ciudad, por entonces una comunidad habitada únicamente por judíos, para crear una escuela talmúdica.

Esta escuela llegó a tener tanto prestigio que cualquier hebreo que quisiera tener un título debía pasar por ella, convertida entonces en una universidad judía en la que se enseñaban disciplinas como astrología, matemáticas o lenguas como el árabe, el latín o el castellano.

Esto se vino abajo cuando la ciudad fue sometida por los árabes, lo que provocó un éxodo de los eruditos de la escuela, convertidos con posterioridad en el germen de la Escuela de Traductores de Toledo.

Tras el hallazgo de la necrópolis, el Ayuntamiento pudo llevar a cabo los trabajos antropológicos que permitieron obtener un perfil de las enfermedades y el tipo de alimentación de la época, así como del ritual funerario.

Un ritual "muy estricto", según especifica Botella, y que consistía en enterrar al difunto en la fosa totalmente desnudo, tras afeitarle la cabeza y depilarlo, envuelto en un sudario, boca arriba, y orientado de oeste a este, con la cara mirando a Jerusalén.

Una vez realizados estos trabajos, el Ayuntamiento firmó un convenio con la Federación Española de Comunidades Judías para que volvieran a dar sepultura a los restos.

"Inicialmente, se llevaron las manos a la cabeza, porque, por su tradición, el muerto lo único que pierde es el hálito vital. El alma y el cuerpo están descansando, y perturbar el descanso eterno es alterar la paz del difunto", indica Botella.

El 18 de diciembre de 2011, una representación de rabinos llegados desde Reino Unido, Francia, Alemania, Norte de África y España llevó a cabo su rito de re-enterramiento y, según Botella, quedaron contentos con un proyecto que ha logrado "combinar el interés turístico y el respeto religioso".

El pasado 5 de abril también la visitó Alejandro Avruj, el rabino de la principal congregación judía de Buenos Aires y amigo personal del papa Francisco, que llegó a la necrópolis junto a medio centenar de judíos.

Son, probablemente, los primeros visitantes que ha tenido este año el proyecto, antes de que finalmente abra mañana sus puertas al público general.

Será entonces cuando los visitantes puedan ver "in situ" las fosas, conocer, a través de unos paneles informativos, toda la información sobre el camposanto, meditar ante un pequeño "muro de las lamentaciones" construido para la ocasión, y lavarse las manos en una fuente de inspiración judía, tal y como hacían los antepasados hebraicos de la "Perla de Sefarad".

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