La Gatera

Si bebes, no gobiernes

Este artículo no lo escribo yo, me lo escribió mi madre que, con esa simplicidad de los sabios, sabe poner las cosas en su sitio y ver más allá de donde alcanza la vista de aquellos que creemos que venimos de vuelta de todo...

Este artículo no lo escribo yo, me lo escribió mi madre que, con esa simplicidad de los sabios, sabe poner las cosas en su sitio y ver más allá de donde alcanza la vista de aquellos que creemos que venimos de vuelta de todo.

Les pongo en situación. Salón de la casa de mis padres, sobremesa familiar amable en la que salen temas de ésos que la prensa expide como las máquinas de tabaco, para que te maten lentamente. Cifras del paro, bancos piratas o corrupción política y en medio de todo este lío alguien, por romper el tono pesimista y poner una pizca de guasa, dice: “y los diputados estaban pagando los gintonics a tres euros y medio”. Risas, quejas y alguna defensa aliñan este comentario cuando mi madre, muy seria, se vuelve hacia mí y me pregunta: ¿En el edificio de tu oficina venden alcohol? Mi hermana Esperanza y yo nos miramos, y dudamos. Hay una adorable máquina de café, una máquina de refrescos y una poco saludable máquina de bollería y golosinas, pero no, la verdad es que no venden alcohol, le decimos.

Y entonces hace lo que mejor sabe hacer esta madre mía, poner las cosas en su sitio sin estridencias, hacerte pensar con la colleja del sentido común mientras deja caer suavemente “¿Entonces por qué vendían alcohol en el Congreso?” Le aclaramos que ya no, que ya hay una normativa que regula eso. Pero ella insiste: “¿Y nadie se ha dado cuenta hasta ahora de que beber alcohol y gobernar no es compatible?, no se trata del precio, se trata de que trabajando no se bebe, y vosotros deberíais saberlo”.

Ya no son los diputados los criticados, somos también nosotros, los gobernados, los que vemos con normalidad esta decadencia que nos está ahogando como una ciénaga de despropósitos, y no hacemos nada.

Por eso su reflexión me duele, por certera y porque pone en evidencia que no hemos caído en algo tan básico. ¿Por qué sirven copas (al precio que sea) en un lugar en el que unos señores tienen que conservar su mente tan despejada como para dirigir esta nave que es España? Y ¿por qué no nos hemos enfadado hasta saber que las pagaban más barato que nosotros?

¿Si para conducir no se puede beber, lo cante Stevie Wonder o Perlita de Huelva, por qué para gobernar España sí? Alguien que me lo explique y de camino a mi madre.

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