La Gatera

Ha nacido una Ciclomaru

T engo que decir en mi defensa que hace años montaba en bicicleta durante más horas que caminaba...

T engo que decir en mi defensa que hace años montaba en bicicleta durante más horas que caminaba. Claro, que de esos años hace casi más de tres décadas, y aunque Gardel decía que veinte años no eran nada, de los treinta no le he escuchado ni pío, les aseguro que sí, que treinta años es casi todo. Pero tanto carril bici y tanto médico apocalíptico con mi pobre colesterol, me han animado a pasar de las cuatro a las dos ruedas.

Servidora es amante de las reliquias y entre ellas estaba el fruto de uno de mis arrebatos frustrados. Una pobre bicicleta que dormitaba desde hacía más de diez años a merced de la intemperie en mi terraza. Las ruedas estaban para que Atahualpa Yupanqui les escribiera una docena de canciones. Pero nada detiene a una mujer decidida como yo, y ahí que me fui a comprar todo lo necesario. Cogí mis herramientas: un destornillador (uno cualquiera, no me pregunten si de pala, de estrella o de mediopensionista, un destornillador), las tijeras de la cocina, un martillo, unos guantes (la manicura recién hecha) y lo más importante: un vídeo en el IPhone de cómo cambiar unas ruedas. Después de media hora, mil improperios y dos uñas rotas, la bicicleta está lista para salir a la calle.

Y de repente descubro que de nuevo tengo doce años y que los carriles bici son lo mejor que se ha inventado en el mundo, ains… Me cruzo con niños, padres, patinadores, skaters y demás fauna sobre ruedas. Como el timbre lo he montado al revés, no puedo avisar a los peatones de otra forma que no sea gritando ¡Cuidado que voy yo y es mi primer día! lo que provoca en ellos unas miradas reprobatorias. No sé si por mi grito o por mi pinta. No importa, ellos se quedan atrás y mi bicicleta me lleva lejos.

De repente unos sones de Coronación me llegan. ¡No puede ser! Debajo del puente del nuevo Fibes hay una banda de cornetas y tambores ensayando. Me acerco y les pregunto. Un chaval con una corneta me dice que son Pasión de Cristo. Me quedo un ratito escuchándoles y pienso que así es Sevilla, ecléctica y sorprendente. Y me hace sentir muy bien, tanto que cuando se hace de noche y tengo que volver a casa me da una pereza enorme. Y antes de que me lo pregunten, sí, silbé la canción de Verano Azul y me puse de pie para gritar ¡Chanquete ha muerto!

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN