La presencia de un foco de indigencia en la viñera plaza Cañamaque ha desembocado en no pocas quejas vecinales en este sentido.
La plaza de Cañamaque, en sí un ensanche de la calle José Celestino Mutis, cuenta con media docena de bancos y es en uno de ellos, sobre todo, donde se centra el grueso del las quejas y el malestar de los vecinos de la zona.
Así, habitantes de la plaza y calles cercanas al enclave situado a la espalda del Valcárcel, los cuales no autorizaron a que sus nombres fuesen publicados en este medio por temor a represalias, señalan que un individuo “se ha hecho allí un chalé” y que lleva al menos seis meses en ese lugar, utilizando a tal fin, sombrillas y mantas a modo de tejado y empleando el banco como suelo.
Pero eso no es todo, ya que, además de este señor “que está fijo”, hay ocasiones en los que se acompaña a dormir de más de uno y todos los días los bancos suelen estar ocupados por gentes “que beben y fuman” y montan escándalos día sí, día no.
Además, denuncian estos vecinos, que no es agradable salir por esta plaza con sus hijos o nietos menores, ya que siempre están estos individuos mirando amenazantes a quienes se les acercan, “e incluso se atreven a ordenar el tráfico en la zona y te dicen: oye, el coche ahí no se puede poner”.
Los vecinos ya han cursado al Ayuntamiento sus quejas a raíz de un escrito de denuncia de la situación con más de 50 firmas de apoyo y tramitado a través de la Asociación de Vecinos, aunque de momento “sin respuesta”.
Su intención no es otra que vivir en paz, sin oír gritos de las improvisadas tertulias que nacen en los bancos de la plaza y, ahora que llega el buen tiempo, “que aumente el baldeo de la plaza, ya que en época de calor los olores llegan a ser insufribles, porque las necesidades las hacen allí mismo, y no importándoles si hay niños o no, y cualquiera les reprende por ello”, remachan.
Un fenómeno difícil de tratar
El problema de las personas sin hogar no es un fenómeno aislado, sino que está muy relacionado con otros fenómenos sociales como el desempleo, las migraciones, la escasez de formación, las dificultades de acceso a la vivienda o la ruptura de los lazos familiares. Corresponde a las administraciones integrar a estas personas en la sociedad, pero también dichas administraciones deben garantizar al bienestar de las personas que vivan en zonas en las que hay personas sin hogar. Compatibilizar los derechos de ambos sectores no es siempre fácil.
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