“La propiedad intelectual es la más dañina de las propiedades”, decía un “respetable” empresario, con varias casas en alquiler y un coche para cada miembro de la familia, en intento de justificar el “derecho” de copiar cualquier obra intelectual. Así que, según tan avispado “protector del derecho a la cultura”, la propiedad de la propia creatividad es “más dañina” que la especulación. O sea: que quienes han dejado sin dinero a la mayoría, son más honorables y defendibles que quien se dedica a crear. Habrá que entenderlo, porque los creativos, muchas veces, crean doctrina, dan ejemplo, mueven conciencias. Mover conciencias, eso sí que es grave. Por lo visto. Mover consciencia supondría poner la posibilidad de habitar una vivienda por delante de la de copiar sin compensación la obra de otra persona.
Pero, por lo visto, el primer derecho que asiste al ser humano es el de vivir del tiempo y el esfuerzo dedicado a su trabajo, excepto artistas y escritores. En especial los últimos. Así que Cervantes no tenía derecho a recibir emolumentos por el tiempo dedicado a escribir El Quijote. Pero, sin emolumentos, la más importante obra de la literatura universal, seguramente no se habría podido escribir. ¡Ah!, que una parte la escribió en la cárcel. A lo mejor quisieran encarcelar a todos los escritores; así sus escritos sólo costarían el importe de la manutención carcelaria. Eso, si en la cárcel se les dejara escribir, en este siglo XXI de la oscuridad sin sueños.
En este siglo XXI de pérdida generalizada de valores, dónde se repite y magnifican cada día los “muera la inteligencia” y los “que inventen ellos”, de ambición de enriquecimiento fácil, de empobrecimiento general para llenar la abultada cartera de unos cuantos, hay muchos a quienes gustaría ver en la cárcel a los escritores, no vaya a ser que se despierte alguna conciencia. Es obsesión del gobierno y sus secuaces. Y secuaces no solamente son quienes comen del mismo plato ni quienes lo defienden abiertamente, sino todos cuantos lo apoyan en la indisimulada labor de cercenar la creatividad. Que escribir, y leer, supone pensar. Ya se sabe. Y pensar siempre ha sido, y es, la más peligrosa actividad para la práctica del poder omnímodo y totalitario que vienen practicando los actuales dirigentes de ambos partidos dirigentes. Y aspirantes.
Con leyes que permiten la copia, como tenaz oposición a que los escritores puedan obtener beneficio por su trabajo, seguramente Cervantes, Lope, Quevedo, Bécquer, Becket, Pirandello, Gala, Saramago… no habrían podido dedicar tiempo a escribir su decisoria y ejemplarizante obra. Precisamente por ejemplarizante, lo más importante de la literatura universal, no existiría. Es sólo un ejemplo. Que lo defienda un editor… ya es extraño. O sospechoso. Puede parecer “muy progre”; y quienes se las dan, en el disimulo de “atrapar sueños”, hasta pueden habérselo creído. Pero es más fácil atrapar su falsa defensa de la cultura, en vergonzoso mimetismo con el partido supuestamente inquierdista al que obedecen. El poder y sus aspirantes, han aprendido la lección: descabécese la cultura, para así eliminar a los enemigos de las dictaduras.
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