El Loco de la salina

El corazón

Los antiguos creían que el corazón era la sede de los afectos y de los sentimientos y que de él partían los nervios hacia el resto del organismo.

Es algo increíble. Cuando uno escucha las noticias cada día y puede observar que fuera del manicomio la gente se tira a matar, monta unas broncas monumentales, se va a la guerra por menos de nada y no se puede ver ni en pintura, resulta que desde hace unos días y con motivo de una fecha tan corriente como es el 14 de febrero aparecen corazones en forma de globos por todas partes como señal de cariño, de amor y de ternura. Lo que yo les diga.

Ahí fuera están más locos que los de aquí dentro. También hay quienes se niegan a celebrar el día 14 de febrero como día de los enamorados, porque están convencidos de que los comercios lo que quieren es vender a toda costa. Sin embargo, como tengo bastante tiempo, he averiguado varias cosas interesantes.

El origen de esta fiesta del amor se remonta a la época del Imperio Romano. San Valentín era un sacerdote que ejercía en Roma hacia el siglo III. El emperador Claudio II decidió prohibir por decreto la celebración de matrimonios, porque pensaba que los jóvenes con menos ataduras eran mejores soldados (¿alguien lo duda?). Así que San Valentín, que no estaba de acuerdo con el dichoso decreto, se enfrentó al emperador y celebró en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. Al final de esta historia y para no entretenerles, el emperador se lo cargó el día 14 de febrero del año 270. ¿Qué les parece?

Total, lo que iba diciendo, que en La Isla hay corazones por todas partes. Y no he podido resistir a la tentación de fijarme en el corazón y entrar a analizarlo. Hay que tener en cuenta que los antiguos romanos no situaban el corazón ni en la cabeza ni en el cerebro, sino dentro del pecho. Es decir, que a partir de este descubrimiento, ya no podré decir que tengo un tornillo suelto en la cabeza, sino algo roto dentro de la tapa del pecho. Por eso significan casi lo mismo esas expresiones puramente latinas “in pectore”, in corde”, “in mente”…

Los antiguos creían que el corazón era la sede de los afectos y de los sentimientos y que de él partían los nervios hacia el resto del organismo. Después, cuando ver por dentro el mecanismo del cuerpo ya no se consideraba pecado, comenzaron a abrir en canal los cadáveres. Naranjas de la China. Es verdad que el corazón es una pieza fundamental de nuestra maquinaria, porque, si se queda parado, tanatorio al canto. Y a través de todas las épocas, así lo han considerado las distintas civilizaciones, de modo que esa mentalidad se ha volcado en la lengua, como vamos a ver. La palabra corazón proviene del griego kardia, de la que se formó el vocablo latino cor, cordis.

A partir de ahí, aparecen muchísimas palabras y expresiones que ahora entenderemos mucho mejor. Si alguien nos resulta simpático, somos cordiales. Si alguien es un pelmazo, decimos que incordia. Estar de acuerdo con alguien es estar muy cerca de su corazón. Lo contrario es la discordancia. Cuando dos palabras se asemejan, decimos que existe concordancia entre ellas. Recordar es volver a pasar las cosas por el corazón, acordar es ponerse de acuerdo los corazones. Cuando una persona vive fuera de este manicomio, se dice que es cuerdo, es decir, que le funciona bien el corazón (o la mente) (es un decir).

Hay multitud de expresiones que tienen al corazón como elemento esencial, para lo que basta buscar en el diccionario: atravesar el corazón (buscar crisis), el dedo corazón (buscar sexo), tener el corazón en un puño (buscar Urdangarín), encogerse el corazón (buscar miseria), hablar de corazón (no buscar políticos), helársele a uno el corazón (buscar guerra), poner el corazón en la mano (buscar error), no caberle a alguien el corazón en el pecho (buscar pedazo de pan), no tener corazón (buscar desahucios), tener un corazón de oro (buscar Compro oro)…

También tienen el mismo origen palabras como corazonada, coraje, cordero, crédito, coral…Y hablando de los últimos acontecimientos, menos mal que no se dice poner: poner el corazón en el fuego, sino la mano, porque algunos estarían ya de cuerpo presente. Termino recordando unos bonitos versos de Antonio Machado:   

En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazón.

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