Notas de un lector

La savia de la vida

Valiéndose de un verso directo, solidario, Eugenio Arce recorre momentos dolorosos, tiernos, desdichados, sentidos e íntimos

“Yo me esfuerzo en limar ciertas palabras/ hasta conseguir un canto a la vida”. Con esta sincera declaración de intenciones, se abre el nuevo poemario de Eugenio Arce, “Siempre será mañana” (Ediciones de Casa Maya de la Poesía. Colección Rosa Naútica. Campeche. México, 2012), que se suma a los dos ya editados con anterioridad, “Yunque de luz herida” (1996) e “Interna geografía” (2001).
En esta nueva entrega, el poeta manchego (Torrenueva, Ciudad Real, 1949), ahonda en la búsqueda de respuestas para todo aquello que rodee su entorno, pero también, para todo cuanto sea materia del humano acontecer. Su personal batalla diaria, gira en torno a la necesidad de hallar un espacio y un tiempo más propicios para la convivencia: “Obsequio mis certezas y mis dudas/ y el profundo estupor de mis pupilas/ ante las injusticias,/ a quien me ofrezca un gramo de esperanza/ en un mundo mejor”.

     Valiéndose de un verso directo, solidario, Eugenio Arce recorre momentos dolorosos, tiernos, desdichados,  sentidos e íntimos, en los que, a pesar del marcado tono autobiográfico, el yo lírico se desenvuelve con agilidad y suficiente distancia para no restar emoción al conjunto: “Hace tiempo aprendí/ que vivir es luchar contra la esfinge/ que decide el destino/ del viento más adverso,/ también contra las olas/ de la desesperanza/ que baten, contumaces,/ nuestros acantilados./ Así nacen los héroes,/ del fondo de la angustia”.

     Dividido en dos apartados, “Un grito en la niebla” y “Los espejos vulnerados”, la intensidad temática del conjunto, lo convierte en un todo unitario que apuesta por desentrañar no sólo lo posible, sino también todo aquello que guarde raigambre literaria: lo mítico, lo histórico, lo onírico… Y es, desde ese carácter binario, desde donde nace un mapa lírico diverso y cómplice, que deriva en poemas tan sugeridores como “Territorio común”: “La exacta orografía/ de una mano que busca/ un espejo sin sombras/ sólo la conocemos/ con el paso del tiempo./ En ese sutil pórtico del alma/ derramamos el agua luminosa/ de nuestra propia sed”.

     En la meditaciones previas que Brígido Redondo firma a modo de prefacio, advierte de que desde el propio título del volumen, se intuye “un tono utópico que se trata del mismo espíritu que  puebla y erige la lengua como un río vertical donde tremola el alma de nuestros pueblos”.
Y en ese cruce de culturas, está presente La Mancha natal de Eugenio Arce, pues, sus poemas, llegan plenos de los acentos y los brotes de una tierra que lleva dentro de la férvida Naturaleza que abriga su corazón: “Hay veces que me siento como un árbol./ Con raíces mundanas/ que intentan absorber/ la savia de la vida”.

     Poemario, en suma, que es testimonio de una realidad transida por un verbo de emotiva desnudez, y que consolida la sugestiva  voz de un autor plural y esperanzado: “Acuérdate que siempre/ llegamos al lugar/ donde algo o alguien nos espera”.

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