No voy a entrar a valorar si la cartulina amarilla que vio José Vega por darle al balón con la mano es justa o injusta, con el reglamento encima de la mesa. Lo que sí valoro es lo absurda que deben ser las reuniones de los colegiados antes de que arranque la temporada. En esas reuniones se les da los criterios a seguir. Criterios absurdos en la mayoría de las ocasiones, porque desde la distancia da el pálpito que estos señores de fútbol entienden poco o nada. ¿Cómo se puede ir a la calle un jugador que no ha dado un sola patada por el hecho de que su brazo intercepte un balón sin peligro en un lateral del campo? ¿Cómo se puede castigar con tarjeta a un individuo que está en el mediocampo y el balón le tropieza descaradamente en la mano, como le ocurrió hace un par de semanas a Sidi Keita y sin embargo no se señale siquiera falta a un jugador que se aprovecha de que el balón le rebota en la mano para hacer una jugada tan perfecta que termina en gol, como fue la acción que protagonizó no hace muchas semanas el barcelonista Thiago? ¿Cómo es posible que un árbitro eche a un tío por unas manos que no confiere peligrosidad alguna para la integridad física del contrario y que ni siquiera es determinante en la continuidad del juego y sin embargo otro colegiado contemporice a la hora de enseñarle la segunda amarilla a un futbolista que ha hecho una entrada en la que el físico del rival ha corrido cierto peligro? ¿Con qué vara se miden esos aspectos? ¿No se dan cuenta los árbitros que destrozan a un equipo y un partido con tarjetas tan absurdas como la de las manos en posiciones alejadas de las áreas de peligro¿ ¿No piensan en lo que se juegan los equipos? ¿Tampoco piensan en el dinero que pagan los aficionados, sobre todo en estos tiempos en los que hay que buscar debajo de las piedras para llenar la despensa?
Ocurre lo mismo con la obsesión que existe por ver lo que los entrenadores, segundos entrenadores, fisios, delegados, médicos o jugadores suplentes dicen o dejan de decir en los banquillos. ¿Están jugando? No, pues déjenlos tranquilos y no le arañe minutos al partido corriendo hacia las bandas para echar a uno o a otro. Ví ayer cómo echaban al delegado del Rayo Vallecano. Cualquier día echan a los aficionados por acordarse del padre o de la madre del árbitro cuando están a mil pulsaciones porque su equipo o gana por la mínima o por que pierde o porque el fútbol sin pasión no es fútbol.
La verdad es que no entiendo de qué hablan los árbitros en las reuniones antes de que comiencen las temporadas. O por mejor escribir. Sí sé de lo que hablan. De chorradas, de cosas absurdas y sin sentido. Seguro que se tiran cinco horas debatiendo sobre las manos. Si es mano se pita falta y se acabó. Lo demás son ganas de poner más difíciles las cosas a los equipos y a los futbolistas o, a lo peor, pretenden que los jugadores se corten los brazos antes de los partidos y luego se los coloquen. Es de locos. Una locura que, al menos, dejó un punto ayer en Chapín y dejó ver que este equipo sí sabe mantener su portal a cero, sí sabe jugar defensivamente un partido..., en contra de lo que ocurría a comienzos de temporada cuando el balance defensivo era una auténtica verbena. Este Xerez sigue sumando que es lo que importa, más allá del puesto clasificatorio y se sigue posicionando para librar la batalla primero de la permanencia sin supremacía sobre muchos y la de opciones más positivas a poco que la suerte y las lesiones sonrían.
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