Patio de monipodio

Banco malo

Argot financiero o inconsciente auto-denuncia, así llaman a la entidad creada para hacerse con la carga de los inactivos activos inmobiliarios...

Argot financiero o inconsciente auto-denuncia, así llaman a la entidad creada para hacerse con la carga de los inactivos activos inmobiliarios. Tan “malo” es el banco, que, para empezar, ha pedido una sustanciosa rebaja en los precios de las viviendas del susodicho “activo inmobiliario” que lastran las cuentas de bancos y cajas, rebaja negada por los lastrados, escandalizados por el intento de mermar sus beneficios. Mejor dicho, de disminuir los beneficios pretendidos, porque mantener las viviendas en su poder es lo que los merma realmente.

Pero la ambición predomina. La ambición culpable de este cambio de ciclo económico, al que siguen llamando crisis para mantener la esperanza en el sueño de una vuelta a los años del bienestar, fantasía, no por deseada, menos quimérica. La del honrado ciudadano que pagó una cifra desorbitada “porque en algún sitio tenía que vivir”, condenado ahora a volver con los abuelos; del no menos honrado ciudadano que elevó el precio de venta de su vivienda, para no ser menos que sus vecinos; inmobiliarias defensoras de los precios altos y de su subida continua; la del también honrado ciudadano que compraba sobre planos para embolsarse varios miles de euros, en consonancia con la subida experimentada durante la construcción, todos ellos en competencia especulativa con la promotora. Y del -por supuesto- honrado banco que prestaba dinero ajeno, pendiente del beneficio inmediato sobre la alta cantidad prestada y la posterior posesión de la vivienda, tras el inevitable y previsible deshaucio…

Todos cuantos habían imaginado un beneficio elevado, normalmente desorbitado, a quienes no ha preocupado llevar al límite la especulación, responsable de esta inflación cargada ahora sobre todos -culpables y no culpables, para salvar a unos bancos que deberían ser cerrados- se resisten a la vuelta de los precios a un nivel normal. Llaman “perder dinero” a ganar algo menos de lo pretendido. Ejercicio de hipocresía social, a más de rebuscada ingeniería especulativa, practicada no sólo por entidades bancarias cuyo comportamiento -aunque no admisible y menos compartido- resulta comprensible; esa es la naturaleza de los bancos:por algo hubo que inventar la banca ética, frente ala otra, la tan generalizada, que hace parecer “normal” la anormalidad.

Alguien debería poner coto al desmadre orquestado por esa mentalidad egoísta, capaz de todo subterfugio para seguir aumentando sus cuentas corrientes, aunque para ello precisen hundir a miles de personas en la miseria. Pero sólo hay dos posibles elementos: un gobierno incapacitado por su dependencia de los creadores de la llamada crisis, consciente de que sus medidas económicas sólo sirven para destruir empleo y, por lo tanto, para agravarla. Y una revolución, que no debería ser violenta, pues en su río revuelto, elementos de cierta capacidad dialéctica,capitalizando el descontento, suelen imponer separa que todo vuelva a la situación anterior en el menor tiempo posible. La mejor revolución es la de la inteligencia. Por eso hay gobiernos cicateros e impostores con la enseñanza y la cultura.

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